La connotación negativa del tabaco en la sociedad contemporánea lleva el riesgo de reducir esta extraordinaria planta medicinal a una plaga a erradicar. Esa estigmatización resulta del desconocimiento de los modernos sobre un uso correcto y ritualizado de esta planta considerada sagrada en toda América desde tiempos inmemoriales.
Los mecanismos reduccionistas del pensamiento positivista-racionalista conducen a la profanación de la dimensión espiritual de todo acto de sanación auténtica y en especial en el caso del tabaco transforman este remedio en un veneno. El tabaco, “mediador poderoso entre los humanos y los dioses”, puede jugar un papel curativo esencial, particularmente en los procesos psicoterapéuticos y la búsqueda de respuestas a las interrogantes existenciales acuciantes de la modernidad.
Los grupos étnicos de la Amazonía poseen una práctica empírica fundamental y un saber ancestral sobre un uso correcto y adecuado del tabaco, y que se mantiene hasta el día de hoy. Desde hace 25 años, los autores, ambos médicos, han explorado el uso tradicional del tabaco en los pueblos de la Alta-Amazonía peruana, incluyendo la observación participativa siguiendo las pautas de los maestros tabaqueros.
A partir de esa experiencia han introducido el uso del tabaco en su práctica terapéutica, en especial cerca de pacientes toxicómanos residentes en el Centro Takiwasi del cual son co-fundadores. Entregan en este artículo su reflexión sobre esta planta curativa de primer orden, descubriendo potencialidades terapéuticas alentadoras a futuro.
- El espíritu, su padre del tabaco, es el helicóptero, Zzzuuummmm...!!! Así nos lleva arriba... (Maestro curandero L. P., Tarapoto).
- No puedes aprender la medicina si no fumas... (Maestro curandero G.P, Pucallpa).
- A mí ninguna víbora se me acerca, para eso voy (a la chacra) fumando mi mapacho (agricultor, poblador de San Martín).
- “Rraaannn!!! Te marea y como que todo tu cuerpo sube con velocidad, ahí ya te empieza la mareación... (Paciente sanmartinense en dieta de tabaco).
- “Échate mapacho chapeado en agua, así la mosca no te sigue... (Campesino de San Martín)
- “... esa breíta del mapacho, lo que queda ahí cuando ya terminas de fumar, eso le pones en su puertita para que le saque al gusano (“Curiosa” de San Martín)
- “Yo lo he visto... El padre del tabaco es un hombre negro, alto y fuerte... usa un sombrero blanco y sus ojos brillan como fuego, pero es bueno, nos cuida... (6)
- “Las almas aman el tabaco, porque el tabaco tiene su método, su fuerza. Atrae los maninkari. Es el mejor contacto para la vida de un ser humano (7).
- "La shamana se abre por todo su cuerpo a causa del yüi, del jugo de tabaco (...)" entonces, su voz sale de su vientre, canta, sus espíritus llegan y le habían... Porque el tabaco es pülasü, tiene poderes (...)
Aseveraciones acerca del tabaco provenientes de pobladores amazónicos, principalmente agricultores y algunos de ellos curanderos... Podemos ver a través de ellas los diversos usos y la importancia actual del tabaco en la cultura amazónica, tanto en las actividades de la vida cotidiana como en su calidad de planta medicina y sagrada, vigente hoy en día al igual que hace miles de años.
El tabaco, la planta de tabaco, Nicotiana rustica en la Amazonia, ha acompañado el camino del poblador americano desde el albor de los tiempos , calculándose que se cultiva y utiliza en diversas formas desde hace miles de años (6.000 a 8.000 años). Parece inclusive ser la primera planta cultivada de manera regular en todo el continente. Crece fácilmente cuando se ha removido un poco la tierra… al borde de los caminos o donde hay entierros por lo que se señala una posible relación entre la planta y el mundo de los muertos entre ciertas poblaciones.
Sobre su origen y denominación encontramos divergencias. Mientras algunos investigadores sitúan su origen en Ecuador y Perú, por haber encontrado en este ámbito plantas silvestres descritas en base a su composición genética como predecesoras de las actuales Nicotiana tabacum y Nicotiana rustica, otros le atribuyen origen centroamericano y una posterior distribución panamericana.
Se cuentan 64 especies de tabaco, 60% de ellas en América del Sur… otras en Asia y África pero casi sin uso. Sólo una docena de especies tiene cantidad suficiente de nicotina para ser efectiva en seres humanos. Respecto a su nombre también encontramos diversas teorías.
Del Amo refiere que en España e Italia las palabras tabacco, atabaca, altabaca y otras formas análogas, del árabe tabbak, denominaban plantas medicinales, de acción somnífera o alucinógena. Sin embargo, también podría ser derivado de Tobago, nombre de las islas del Caribe y al mismo tiempo nombre de una caña en forma de pipa, bifurcada utilizada por los nativos centroamericanos y Caribes, para inhalar y fumar. Pinturas rupestres encontradas en cuevas de República Dominicana muestran a personajes Taínos con este aditamento bicorne, uno de cuyos extremos se ubica en la nariz.
La palabra “cikar” era utilizada por los Mayas para el acto de fumar, incorporado a sus prácticas rituales y religiosas, encontrándose frisos representando personajes en el acto de fumar. Dentro de los nombres nativos del tabaco encontramos los términos petun (Guaranis); tamun (Araucanos), bahana (Waraos, Venezuela) y se señalan otras sustancias psicoactivas inhaladas solas o conjuntamente con el tabaco como cohiba (Haitianos) y cohoba (México). El nombre “tabaco” es mencionado ya tempranamente por los cronistas de la época como Fernandez Oviedo y Valdés (1534)
En la Amazonía peruana, encontramos pocas referencias de nombres del tabaco en lenguas nativas, la mayoría refleja sincretismo con las palabras tabaco y cigarrillo, como por ejemplo cigarrunchi. Otras palabras referidas y algo más explícitas son mapacho que se refiere a los cigarrillos de tabaco local (Nicotiana rustica seca, curada y picada), a la pipa o shimitapon (tapón de la boca/shimi) o a su poder medicinal: ampiri, nombre dado a la ceniza o brea de la combustión final del tabaco, ampi siendo medicina o veneno.
En 1492 cuando Cristóbal Colón y sus hombres llegan a la Isla de Hispañola (Haiti – Santo Domingo), se sorprenden al ver indígenas con una “tea” o “antorcha” que se llevan a la boca y “en las cuales soplan”. Se trataba de un cigarro artesanal con hojas enrolladas. Esta práctica llamó grandemente la atención de los españoles, entre ellos Rodrigo de Xerez quien lo llevó a España.
Ello provocó mucha reacción y sorpresa al ver a seres humanos expulsando humo por nariz y boca, relacionando el fumar con prácticas demoníacas. Esa producción de humo les pareció inicialmente un acto de tinte infernal… Sin embargo para los indígenas, se trataba de lo mejor que podían ofrecer como regalo de acogida a los nuevos llegados, ya que era su medicina principal y su medio de conexión con el mundo espiritual: “La primera cosa que ofrecieron los nativos a los conquistadores era tabaco porque éste era considerado como "la carne de los dioses", la principal medicina indígena” (Bulher-Oppenheim, 1949).
Ampliamente distribuido en casi toda América (excepto Alaska), el tabaco prehispánico se utilizaba en diversas formas y fines: masticado, pulverizado e inhalado, fumado, macerado bebible o en uso externo, en cataplasma, baño o gotas, lavativas, para prevenir o tratar males físicos. Principalmente, los maestros curanderos lo utilizaban en rituales por su efecto psicoactivo que le confería carácter de planta sagrada, permitiéndole mediar en el contacto con el mundo-otro y alimentar su cuerpo energético con esta energía cálida, yang o masculina. El ambil, producto de la decocción de hojas de tabaco y sal, es el equivalente peruano al chimó o chimú del páramo venezolano , se mantiene en la boca, desliéndose lentamente.
Los reportes antiguos tienden a señalar un uso a dosis fuertes en momentos precisos y limitados en el tiempo (curaciones, acto ceremonial…) a manera de intoxicación intencional, a la diferencia del uso a pequeñas dosis repetidas frecuentemente y de manera crónica en nuestra sociedad occidental. El tabaco-planta-medicina de la Amazonía, al que se refieren las citas mencionadas al inicio, es utilizado por los maestros curanderos tabaqueros o sheripiaris que son generalmente hombres añosos, pero de sólida salud, pese a sus difíciles condiciones de vida, y al consumo habitual de tabaco. Dentro de los usos médicos “simples” o “no chamánicos”, encontramos que se utiliza el tabaco en diversas formas.
En San Martín, región nororiental del Perú, el cigarrillo rústico o mapacho acompaña al campesino a la chacra, proporcionándole calor en las húmedas madrugadas y protegiéndolo del acecho de insectos ponzoñosos y de víboras, que rechazan el humo. Este uso protector se describe también en las primeras crónicas del siglo XVI donde los indios fuman los puros de hojas de tabaco cuando van a la guerra para “obviar los vapores y otras incomodidades que podrían presentarse en el camino ” La fumaza de tabaco envuelve el cuerpo de la persona, como un manto protector, impregnando su olor y despertando el estado de alerta. Para fines rituales, el hecho de soplar con el mapacho ikarado en los puntos energéticos principales prolonga esta acción protectora al cuerpo energético, limpiando y protegiendo de energías o entidades negativas. La función de repelente de insectos es cumplida también por el macerado acuoso de tabaco, y también se utiliza en baños de protección. El ampiri, residuo de la combustión del tabaco, es un veneno fuerte que, aplicado tópicamente, mata larvas de insecto, por lo que se utiliza para tratar miasis, e incluso se utiliza en mordeduras de serpiente. Existe entonces un uso visible, simple, cotidiano, y otro medicinal, especializado y ritualizado. Es en este segundo aspecto en el que deseamos detenernos ahora.
En la Amazonía, el acto de fumar tabaco tiene dos connotaciones actuales: el hábito del campesino cuando va su chacra (lugar de cultivos) y el uso curativo o ceremonial. En el primero, nunca se ve un uso adictico o compulsivo con el mapacho, se mantiene en un simple hábito con fines higiénicos (alejar insectos, relajarse cuando finaliza un día…).
En San Martín, el cigarrillo rústico o mapacho acompaña al campesino a la chacra, proporcionándole calor en las húmedas madrugadas y protegiéndolo del acecho de insectos ponzoñosos y de víboras, que rechazan el humo.
En el contexto curativo-religioso, el acto de fumar siempre sucede a un uso previo bajo forma de preparados sólidos o líquidos.
Reconocemos en este orden cronológico de ingesta un respeto profundo al orden mismo de la vida. De hecho, todos los procesos vitales proceden del espacio “femenino” para transitar hacia el espacio “masculino”. Todo ser humano nace de una mujer, inmerso en los elementos femeninos que son la carne o materia solida (elemento tierra) y el líquido amniótico (elemento agua). Al nacer, abandonará el cuerpo de la madre para volverse accesible al padre y poder respirar (elemento aire) y ver (elemento luz-sol-fuego). El lenguaje popular lo sobre entiende cuando reza que la madre “da a (la) luz”. El desarrollo ordenado de esas etapas simboliza en el mundo sensible una ley trascendente que rige todo el devenir humano.
Así el etnólogo Jean-Pierre Chaumeil señala en su observación de las prácticas de los Yagua del Perú: "Es interesante constatar que los alucinógenos pierden de su importancia a medida que el chamán domina sus visiones: a penas sepa ver mediante el pensamiento, mëtiaranëmu renuria, "ver de manera verdadera" dicen los Yagua, ya no recurre prácticamente a las drogas. Esas son remplazadas por el tabaco que confirma ser el vegetal chamanico por excelencia (entonces será fumado y no bebido), presente en toda actividad mágica”.
El joven también será llamado en un momento dado, especialmente en los ritos de pasaje de la pubertad, a abandonar de nuevo la matriz social y psíquica femenina (el mundo de las madres) para integrarse al mundo de los “hombres” (adultos o potenciales padres), mundo de la estructuración social con definición de la vocación y asunción de responsabilidades parentales y sociales. Si en el primer nacimiento se renuncia a una vida fetal de corte biológico dominante para acceder a la vida psíquica, en el segundo nacimiento iniciado en la pubertad, se renuncia al dominio de una vida psico-afectiva para acceder a la dimensión espiritual del ser. Y precisamente encontraremos el uso del tabaco en ritos de pasaje de varios grupos étnicos amazónicos y amerindios.
Los Guajiro de Venezuela presentan esta “prueba del tabaco” a los jóvenes para ver su eventual calificación como futuros chamanes : En este caso particular, es el jugo de tabaco mascado, consumido en altas dosis (Nicotiana tabacum o N. rústica; alcaloide: nicotina). Primero, en el futuro shamán se acumulan, en un lento proceso, "síntomas" significativos -sueños terapéuticos, fobias alimentarlas, enfermedades repetidas...-, considerados como otras señales de una comunicación privilegiada con el mundo-otro, y por consiguiente de una vocación shamánica (Perrin, 1987). Pero esta comunicación no está bajo control. Surge luego un desmayo, la "casi muerte" como dicen los guajiros. Es un "revertimiento", con la condición que esté confirmado mediante "la prueba por el tabaco". Las reacciones que provoca deciden "objetivamente" el acceso al chamanismo. Si el aprendiz aguanta la alta dosis de jugo de tabaco que la shamana llamada en emergencia le obliga a tragar, si este líquido le hace renacer muy rápidamente de su desmayo significativo, se volverá un shamán; si vomita, se le declara incapaz. Una reacción positiva al tabaco significa el acceso a una nueva "especie". La persona se "abrió", dicen, al mundo-otro; sus 4 malas enfermedades se convirtieron en sus espíritus auxiliares".
El uso ritual del tabaco no consiste en una forma de instrumentalización de un objeto (el tabaco) para el beneficio del ser humano, lo que corresponde a la mentalidad occidental. Se trata más bien de la incorporación o asimilación de la “fuerza” o “energía” o “espíritu” del tabaco, un ser vivo, a la propia energía del ser humano. Se aparenta entonces a una forma de nutrición que se deslinde claramente de título de sheripiari, “él que come tabaco”, atribuido por los Ashaninkas a sus maestros curanderos.
Este concepto se encuentra en toda América cuando se trata del uso o consumo de plantas de enseñanza, plantas maestras o plantas psicoactivas y visionarias (las mal llamadas alucinógenas). Así al hongo enteógeno centro-americano que los Aztecas consumían, lo nombraron teonanacatl, o sea “carne de los dioses”, expresión que sirvió de título a la obra clásica de Furst sobre las sustancias visionarios americanas.
Perrin (1982) señala este uso crónico del tabaco sólido en los chamanes Guajiros de Venezuela : “Solo los chamanes (…), pueden establecer un diagnóstico comunicando con el mundo sobrenatural o supra humano en el que residen los seres y las cosas que son las causas últimas del mal. Los chamanes (…) son personajes dotados de espíritus auxiliares (…), seres inmateriales que las gentes del arte saben convocar absorbiendo jugo de tabaco mascado, cantando y agitando una maraca…”
Sin embargo queda claro que esta ingesta no es simplemente nutritiva a nivel físico sino que alimentará el cuerpo energético del ser humano, concepto ausente de la cosmovisión modernista occidental. La energía del tabaco debe integrarse inicialmente al cuerpo en sus dimensiones las más densas (materia y agua = encarnación física y psico-emociomal) para recién poder incorporarse en la dimensión la más tenue y etérea del cuerpo energético humano (aire y fuego = mente inspirada y creativa), la dimensión espiritual.
Por ende, el tabaco se consumirá primeramente bajo la forma de extracto acuoso crudo (materia y agua), luego de extracto cocido (fuego) y finalmente fumado (fuego y aire). Esas etapas se dan en este orden estricto e irremplazable. Así, el tipo de consumismo occidental donde se pasa de frente a fumar tabaco equivale a una transgresión de las leyes de la vida, potencialmente letal. Equivale a pretender acceder al conocimiento espiritual sin darse el tiempo de integrar previamente la fuerza del tabaco en su dimensión material.
En su función mediadora con las potencias inspiradoras del mundo invisible, se supone que haya la posibilidad de encarnar en lo cotidiano los mensajes o revelaciones surgidas del mundo-otro, y así transformar su propia vida. El espíritu desciende hacia lo material para enriquecerlo y elevarlo progresivamente. Al revertir el procedimiento, es la materia que va hacia una desencarnación, que en su extremo significa la muerte. Tal Ícaro, el sujeto moderno ambiciona acceder al conocimiento para su posesión y goce mental, y se quema las alas de la espiritualidad mientras se infla su ego. En otras palabras consiste en construir la casa empezando por el techo. Se trata entonces de un gesto prometeico cuyas consecuencias fatales ya describían los antiguos griegos en los mitos correspondientes.
Por ello también la desintoxicación del tabaco fumado puede realizarse mediante el uso de purgas de extracto acuoso de tabaco, revirtiendo el proceso transgresivo. El vómito expresa un “devolver” lo que paciente se apropió de manera indebida. Restituyendo lo que ha sido apropiado de manera inadecuada, se restablece el orden adecuado. De hecho no se puede obviar que al vomitar, el sujeto tiene que agachar la cabeza (Dios trata al pueblo judío de “pueblo de nuca rígida” para calificar su orgullo y rigidez), manifestando posturalmente un acto de humildad, de solicitud de perdón y el reconocimiento de su acto transgresivo.
Es de notar que las purgas de “jugo” de tabaco se revelan efectivas no solamente para la desintoxicación de la adicción al tabaco sino en general de toda dependencia donde se revela el mismo mecanismo de apropiación indebida. Y más aún, el efecto emético, en contexto ritual, abarca simultáneamente la purgación de pensamientos y sentimientos “tóxicos” que resultan de este mismo procedimiento de atesoramiento ilícito que almacena rencores, nostalgias, cóleras, envidias, venganzas… La “religión” moderna de la posesión detiene la circulación del flujo vital. La purga de tabaco permite restaurarla.
El “comer” el tabaco se refiere en segunda instancia al hecho que el tabaco se ingiera primeramente y esencialmente por vía oral o gástrica. Y es de notar que este tipo de ingesta se refiere tanto al tabaco en extractos líquidos como al tabaco fumado. Vale decir que el tabaquero o especialista amazónico en uso terapéutico del tabaco, no inhala el humo de tabaco sino lo traga. El tabaquero deglute el humo de tabaco para dirigirlo hacia su estómago, sede de sus fuerzas energéticas.
La comprensión de este procedimiento requiere que se sepa que un eje central del chamanismo amazónico reside en el hecho que el curandero va a ir transformando su cuerpo mediante la incorporación de la “fuerza” de las plantas. Esta fuerza se manifiesta en una doble dimensión: a) la vertiente energética, inmaterial, b) la dimensión encarnada, física o material. En esa segunda dimensión, la energía incorporada tiene un sustrato material en una sustancia flemosa que reside en el estómago del curandero, llamada yachay (conocimiento o saber en quechua) o también mariri.
La adquisición del yachay se realiza mediante la ingesta de preparados cocidos de plantas y especialmente de cortezas y raíces de árboles. Esta ingesta requiere de condiciones precisas y rigurosas para que la fuerza de las plantas no se vuelva tóxica hasta llegar a enfermar al aprendiz con riesgo de alocarlo o matarlo.
Estos periodos de aprendizaje se llaman popularmente las dietas. Exigen una alimentación estricta, sin sal, sin ají ni condimentos fuertes, sin carne de cerdo, sin alcohol ni bebida fermentada, con abstinencia sexual total, en aislamiento en plena selva, lejos de cualquier tipo de interferencia energética. Esas últimas pueden provenir de olores fuertes (hasta desquiciar al sujeto), de la presencia de una persona con energías tóxicas por ser malas o demasiado fuertes (mujer menstruando o embarazada, sujeto intoxicado por droga u alcohol, persona enferma, persona habiendo tenido recién relaciones sexuales sin baño ulterior de limpieza, etc.), de variaciones térmicas fuertes o de la intromisión voluntaria y a distancia de un brujo.
El aprendiz en semi-ayuno y sin ingesta de sal se encuentra extremadamente sensible al menor estímulo energético, muy vulnerable, con un cuerpo energético muy “abierto” o poroso, lo que facilita la incorporación de la energía de las plantas ingeridas y a la vez le expone peligrosamente a esas interferencias dañinas llamadas “cruzaderas”. Esas pueden manifestarse mediante disturbios físicos (diarrea, vómito, cefaleas, etc.) o psíquicos (pesadillas, malestar, irritabilidad, depresión, hasta en su extremo alucinaciones y delirios). Se trata entonces de una operación delicada que requiere una gran pericia del maestro y una fuerte motivación del aprendiz. Las dietas se pueden hacer por periodos cortos de varios días hasta dos o tres semanas, lo que es lo más frecuente, o ancestralmente en el aprendizaje del curanderismo con un periodo único de varios meses y hasta dos años de aislamiento. Se considera generalmente que para llegar a ser un buen curandero, el aprendiz debe acumular un promedio mínimo de seis meses de dieta. Las dietas apuntan a acumular en el cuerpo del aprendiz el yachay producido por la energía de las plantas ingeridas.
Una vez adquirido, el curandero movilizará su yachay mediante la deglución del humo de tabaco que permite su movilización en el estómago y su materialización. Lo llega entonces a regurgitar y se manifiesta bajo la forma de una flema, una baba espesa y pegajosa. Una vez en la boca, el curandero procederá a succionar las partes enfermas del cuerpo de su paciente, el yachay actuando, como lo ilustran los curanderos, a la manera de un imán o esponja que atrae y absorbe las malas energías del paciente: se trata de la chupada (succión o aspiración bucal extractora). El curandero procede entonces a escupir este yachay contaminado: tragarlo equivaldría a una intoxicación peligrosa y hasta mortal para el curandero.
En una etapa previa de la chupada o para un curandero con un yachay más difuso y menos consistente, la deglución de humo de tabaco induce una movilización del yachay hacia la punta de la lengua del curandero. Este percibe en una zona triangular isósceles (con la base hacia la punta de la lengua y punta dirigida hacia la faringe) un escozor que señala la movilización del yachay con el cual puede proceder a la chupada del mal del paciente. Frecuentemente, durante la chupada el curandero mastica además un poco de tabaco para protegerse y darle más fuerza a la aspiración energética. Puede agregar eventualmente otros elementos protectores como un pedazo de corteza de canela o un pedazo de alcanfor. Cuando el mal se ubica en zonas del cuerpo de difícil acceso o en las partes íntimas, el curandero utiliza un pequeño tubo para aspirar las malas energías.
El maestro curandero adquirió su yachay mediante largas dietas y la ingesta de muchas cortezas y raíces de árboles o arbustos. Se adueña de esas fuerzas a través de un esfuerzo personal extremo donde la dieta le lleva a purgarse tanto a nivel físico como a nivel psicológico y espiritual. Sufre la confrontación con todas sus debilidades humanas, sus fantasías mentales, sus miedos, sus problemas emocionales no resueltos, etc. Su intención va hacia la curación y solo con una verdadera vocación y voluntad puede cumplir con su cometido. Su proceso lo lleva a adquirir no solamente fuerzas energéticas sino a volverse sabio.
El brujo más bien se apropia este yachay mediante “trucos” donde no se atreve a enfrentarse a sí mismo y toma las plantas sin respetar la dieta que incluye también largos periodos de abstinencia sexual. Se trata de una persona débil que quiere adquirir poderes sin estar dispuesto a pasar por los requisitos inevitables de la purificación. Existen técnicas de absorción de las energías de otra persona por lo que el brujo hace dietar a un aprendiz y cuando éste haya acumulado suficientes energías en su cuerpo, absorbe sus energías. Se trata de un verdadero acto de vampirismo donde el aprendiz se encuentra finalmente igual que al inicio y el brujo alimentado del trabajo del aprendiz.
Ello se llama chupar la dieta. En caso del brujo, el yachay actúa como un veneno en su cuerpo y debe ser eliminado regularmente para que no llegue a intoxicarlo matándolo o desquiciándolo. En otros términos, el brujo se encuentra poseído por fuerzas que no puede controlar y que más bien lo controlan. Atrae a sí mismo malos espíritus que no le dejan en paz y lo esclavizan, tentándolo constantemente, obligándolo a hacer el mal, estimulando sus apetitos los más bajos, aguijoneándole hacia la cólera, el orgullo, la irritabilidad, la envidia, el espíritu de venganza. Una forma clásica de evacuar su yachay tóxico consiste en escupirlo materialmente, colocarlo en el cuerpo del sujeto mediante una exhalación de tabaco (soplada) pero más frecuentemente mediante un acto de desmaterialización (magia) hacia un destinatario, acto que es posible realizar a escondidas y a distancia.
El acto de magia va acompañado de una intencionalidad dañina precisa hacia la víctima: desquiciarlo, cortarle el apetito para que muera de inanición, enfermarlo de una u otra manera, suscitar un accidente, impedirle dormir, llevarlo a la desesperanza y al suicidio… Este yachay mandado a la distancia se asemeja al envío de un dardo con cerbatana o pukuna por lo que se le califica de dardo mágico o virote . Al brujo especialista en este tipo de procedimiento se le llama virotero o pukunero. El curandero intervendrá para chupar el virote con su propio yachay.
Al curandero suficientemente fortalecido por las dietas y purgas, los virotes ya no pueden penetrar en su cuerpo y más bien rebotan. Los brujos terminan su vida dominados por un brujo más fuerte que les impide evacuar su yachay tóxico y presentan entonces cuadros clínicos muy graves y espectaculares que señala el alto grado de intoxicación de su cuerpo. En el lenguaje popular se dice que “se pudren desde adentro” y sus cadáveres se descomponen muy rápidamente y con olores putrefactos horribles.
El maestro curandero adquirió su yachay mediante largas dietas y la ingesta de muchas cortezas y raíces de árboles o arbustos.
Según nuestra observación, la mayor parte de los curanderos amazónicos practican simultáneamente actos de curación y actos de brujería “menor” justificando esos últimos por la necesidad de defenderse de los brujos o maleros. Incluimos también en la brujería menor la tradicional práctica de puzangas o filtros de amor de diversa índole que pertenecen a un contexto cultural donde las técnicas de seducción entre hombres y mujeres son parte del juego social cotidiano y donde la poligamia es tácitamente admitida (y hasta valorizada en el contexto mestizo machista): cada hombre reconoce una esposa legal (la legítima) y las “otras”, del mismo modo que nombra a sus hijos legítimos y a “los de la calle”. Dentro de este grueso de los practicantes del curanderismo amazónico, se ubican a un extremo.
Así realizar una dieta requiere una intencionalidad clara, una real voluntad, una disposición a atravesar la confrontación consigo mismo y purificarse, y escoger un maestro auténtico garante de una adecuada protección y asumiendo una responsabilidad altruista hacia su aprendiz. El respeto a las reglas alimenticias y sexuales de la dieta y la pos-dieta (que puede durar varios meses) condiciona el resultado del proceso, y su transgresión lleva a perturbar el aprendiz a nivel psíquico-espiritual hasta una eventual posesión que lo transforma en brujo. Si bien muchos aprendices se vuelven maleros de menor escala por no observar la dieta correctamente, pueden derivar poco a poco hacia una postura de brujo de mayor escala. Y existen algunas pocas personas que pervierten voluntariamente su dieta con el fin de volverse maleros o brujos de manera intencional, ingiriendo alimentos prohibidos o francamente tóxicos a nivel energético como por ejemplo la carne de gallinazo u aves de rapiña que se alimentan de cadáveres.
Todas las operaciones relacionadas con el yachay tanto por el curandero como por el brujo, así como el acompañamiento de la dieta, requieren la mediación del humo de tabaco como vector energético. La deglución del humo de tabaco sirve al tabaquero y a los curanderos en general a equilibrar las fuerzas de su cuerpo energético. Tragan bocanadas de manera enérgica y luego pasan a expulsar el humo de tabaco mediante eructos sonoros. Una parte del aprendizaje consiste a aprender a inducir los eructos y así eliminar malas energías en mismo tiempo que el tabaco tragado.
El papel de interfaz entre el cuerpo físico y el cuerpo energético lo asume el sistema nervioso autónomo con sus dos ramas ortosimpática (tónico) y parasimpática (depresivo). Por ello, las manifestaciones de intoxicación energética o de reacomodo energético se manifiestan básicamente con síntomas de este sistema: esencialmente eructos, bostezos, estornudos, sudoración, vómitos y diarreas.
Conocemos también el caso de incorporación localizada de energías que tienen un papel esencialmente protector. Como el yachay se trata a nivel físico de una flema. En el pliegue entre el brazo y el antebrazo, el maestro puede colocar esas defensas que se ubican de manera perpendicular al brazo y hacen función de barreras a las “malas energías” que pueden subir de la mano del curandero cuando palpa a un paciente. Se trata más que todo, al tocarlo, de evitar que el curandero absorba energías de brujería muy tóxicas a nivel energético que afecten eventualmente a su paciente. Apunta igualmente a poder darle la mano a un enemigo o brujo encubierto sin arriesgarse a que éste le haga daño.
Frente a cargas muy tóxicas, las defensas pueden ser removidas y movilizarse en el brazo: generan entonces un dolor fuerte a la manera de un pedazo de madera (gran astilla) y provocan perturbaciones energéticas (sueño perturbado, pesadillas, cansancio, desgano, irritabilidad, etc.). El maestro lo puede percibir en el cuerpo de su aprendiz mediante la captación de un pulso energético diferenciado de los pulsos sanguíneos. En el pliegue del brazo, el pulso sanguíneo es radial mientras el pulso energético es cubital. Las defensas pueden ubicarse también a nivel del cuello para proteger la garganta cuando se trata de hacer chupadas (succiones extractoras) o a nivel de la cabeza. Esas defensas presentan cierto grado de peligrosidad si se mueven fuera de su sitio y particularmente si suben hasta la garganta y se tragan. Son cargas energéticas tóxicas que son entonces inalcanzables a la extracción o movilización y pueden matar si llegan al estómago. El curandero las va reubicando apenas se mueven, mediante masajes fuertes y dolorosos, y con la ayuda del humo de tabaco tragado y soplado sobre ellas para movilizarlas más fácilmente y luego colocarlas y fijarlas adecuadamente en su sitio. Por ello, la ubicación en la garganta es delicada y generalmente evitada. El humo de tabaco servirá también para la transmisión y colocación de las defensas al aprendiz.
El yachay es transmisible de maestro a alumno, pero supone la pérdida para el primero de sus defensas y de su poder por lo que procederá a este acto cuando se siente viejo y cercano a la muerte. El curandero regurgita entonces la flema del yachay luego de haber tragado abundante humo de tabaco, la exterioriza y la hace tragar a su heredero.
Entendemos con esta descripción que hemos podido no solamente escuchar de los curanderos sino observar en ellos y en nosotros mismos, y en las curaciones, que el punto fuerte y desconcertante del curanderismo amazónico consiste en la ciencia y el arte de transformar la materia en energía y vice-versa, y manipularlas. Así se puede actuar sobre el cuerpo físico del paciente para alcanzar la dimensión energética de su cuerpo y a la inversa modular el cuerpo energético del paciente para obtener efectos físicos. La transformación posible de materia en energía y de energía en materia, o sea los procedimientos de materialización y desmaterialización, que posibilitan las ecuaciones físico-matemáticas modernas son un hecho vivido y practicado desde hace siglos por los curanderos amazónicos.
Y en este proceder, el instrumento terapéutico esencial del curandero es su propio cuerpo. Lo ilustran perfectamente los dolores físicos a veces muy fuertes que sufre el curandero cuando las energías (yachay, defensas, arkanas, ikaros…) se desplazan de su ubicación adecuada y requieren operaciones a la vez físicas y energéticas (masajes, baños, sopladas…) para reubicarse adecuadamente y dejar de hacer sufrir.
La soplada es un acto terapéutico más común y sencillo del curandero pero que procede de la misma lógica. En este caso, el curandero exhala humo de tabaco sobre el cuerpo de su paciente, sobre las partes afectadas o sobre zonas de concentración energética como son la corona de la cabeza, la punta de las manos, la espalda, el pecho o la punta de los pies. El humo de tabaco se carga de la energía del curandero y actúa como una prolongación envolvente de su cuerpo energético hacia el cuerpo energético del paciente. Fundiéndose con el aura energética del paciente, le transmite su estabilidad energética y a la inversa el cuerpo energético del curandero absorbe las perturbaciones energéticas de su paciente. Si la perturbación energética del paciente es relativamente fuerte, puede alterar la energía del curandero que la regula inmediatamente mediante una reacción ortosimpática, generalmente eructando y a veces vomitando.
El mapacho tiene un contenido mayor de nicotina que los cigarrillos comerciales y por ende sus efectos psicotrópicos son mayores, pero al mismo tiempo se advierte que el fumador se satura pronto por lo que es difícil observar que se consuma demasiados mapachos con fines lúdicos. El efecto de relajación del tabaco, la sensación placentera que se produce por la activación del circuito dopaminérgico y los receptores nicotínicos y colinérgicos del sistema nervioso central, son muy rápidos en el caso del tabaco fumado (primeros efectos a los siete segundos), lo que puede incidir en el desarrollo de apego a su uso. La adicción a los mapachos es también aparentemente menor en comparación a los cigarrillos comerciales.
Dentro de la visión holística del curanderismo amazónico, el ser humano se relaciona a la naturaleza en sus diferentes elementos: tierra, agua, aire, fuego. Cada elemento se relaciona con ciertas características físicas y psicológicas del hombre y posee sus propios espíritus. Del mismo modo, cada planta manifiesta la energía de alguno de esos elementos. Así existen plantas de tierra (yawar panga o Aristolochia didyma), plantas de agua (ushpawasha sanango, yaku sisa…), plantas de aire (rosa sisa - Tagetes erecta) y plantas de fuego (ajo sacha - Mansoa alliacea, mucura - Petivera alliacea). Cada planta ingerida en condiciones adecuadas estimulará las funciones físicas y psíquicas correspondientes en el paciente al elemento referido. Ciertas plantas juntan en su corpus energético varios elementos, son plantas mixtas: así la bubinzana - Callandria angustifolia conecta con la tierra y con el agua.
El tabaco representa una de las pocas excepciones en el sentido que se vincula con los 4 elementos de la naturaleza y por ello se le considera “planta universal”. Según nuestro conocimiento, en el Perú, encontramos esta misma característica únicamente en la planta de coca cuyo papel regidor de las culturas andinas es por demás conocido. Esta potencialidad del universalismo del tabaco permite combinarlo con toda otra planta sin que haya oposición o efecto adverso. El tabaco actúa entonces dinamizando o potencializando el efecto de la planta con la cual se asocia. Esta cualidad le hace de mucha utilidad en el uso terapéutico.
En diferentes culturas, el tabaco se asociará así a otras plantas psicoactivas. Por ejemplo, durante la Conquista de México, el cronista Bernal Díaz del Castillo reporta que el rey azteca Moctezuma ofrecía a sus comensales, luego de la comida, cacao y pipas llenas de tabaco. En la Amazonía peruana se le mezcla con datura y ayahuasca; y en la costa con los cactus a mezcalina. En la etnia Yagua, la energía de cada planta psicoactiva se caracteriza por una cierta “velocidad” que se percibe en sus efectos directos o en los sueños, con sensación de vuelo o viaje. Chaumeil precisa así que: "...el tabaco cuya una de las tareas es acompañar a las madres de los vegetales en sus desplazamientos; tiene entonces que adaptarse a su velocidad”.
El humo de tabaco tiene su pleno efecto cuando se potencializa adecuadamente, cuando actúa como vector de la intencionalidad consciente del tabaquero y vector de sus energías. Para ello, el curandero apelará a cargar el tabaco mediante ikaros (cantos terapéuticos), el uso de la pipa preparada o curada y oraciones o rezos donde manifiesta su intención curativa.
Chaumeil nos proporciona un ejemplo de ikaro de llamada a la madre del tabaco durante la iniciación de un chamán Yagua:
voy a llamar a la madre del tabaco (llamado) yééééé yééééé madre del tabaco (bis)... ¡ te estoy llamando! ¡ vamos a fumar, te estoy llamando! sueño por ti (canto para que vengas) te pido que mi gente venga sueño contigo madre del tabaco es por eso que te llamo para encender mi cigarro sueño contigo, fumamos juntos.
Los ikaros son cantos revelados a los curanderos por los espíritus durante los estados de modificación de conciencia: las “dietas”, las sesiones de ayahuasca o la ingesta de otra planta visionaria (toé o Datura sp., purgahuasca o Banisetriopsis sp., tabaco), y los sueños. No son creaciones estéticas sino transmisiones o enseñanzas del mundo espiritual con funciones específicas. Cuando proceden de un maestro, este debe incorporarlos al cuerpo energético del aprendiz cantándole el ikaro o ikarando directamente sobre el cuerpo del aprendiz y a la vez sobre su pipa. Así cargado el tabaco, el maestro procederá a soplar el cuerpo de su aprendiz con el humo de tabaco ikarado. Los ikaros son objetos energéticos con una “forma” o estructura energética propia y deben encajar perfectamente en el cuerpo del aprendiz y luego del curandero. Durante las cruzaderas o perturbaciones e interferencias energéticas, los ikaros pueden desplazarse y este desplazamiento no permite que encajen correctamente: ello provoca un dolor en el cuerpo hasta que se lo ponga de nuevo a su sitio con masajes y sopladas de humo de tabaco. Vemos una vez más que no se trata de un lenguaje imaginario o virtual sino que corresponde a vivencias que alcanzan la dimensión física, material.
Además de la fuerza propia del ikaro, el curandero moviliza sus propias energías incorporadas cuando canta el ikaro, especialmente cuando evoca el espíritu de plantas que ha dietado y cuya energía ha asimilado. Cuando una persona canta un ikaro aprendido de oído, sin haber recibido el ikaro en su cuerpo de parte de un maestro y sin haber dietado las plantas invocadas en el canto terapéutico, el efecto del ikaro se encuentra así muy disminuido o nulo.
Ciertas técnicas apuntan a incorporar al cuerpo del paciente las virtudes o matriz energética de elementos de la naturaleza (animales, ríos, remolinos, astros, fenómenos naturales como la lluvia…) o la de elementos más modernos (acero, armas, cuchillos, gasolina…) mediante la soplada de humo de tabaco cargado por el ikaro (canto terapéutico) correspondiente. Se evoca frecuentemente a este nivel la fuerza y el poder del yanapuma (puma negro), de la boa blanca, del yanguntoro (armadillo), del toro negro… Esas protecciones o defensas se llaman arkanas.
Es de notar que el humo de tabaco sabe de manera diferente cuando está cargado por el ikaro o ikarado, señalando así un real cambio de energía, perceptible de manera sensible. La potencia de la soplada está también relacionada a la calidad del tabaco utilizado, a mayor contenido de nicotina y aromas, mejor es el efecto.
La pipa o shimitapon (lo que tapa la boca o shimi en quechua) juega un papel importante. Se fabrica tradicionalmente de manera manual en madera dura (palosangre o Brosimum paraense) y hasta imputrescible (quinilla o Manilkara bidentada). La boquilla se puede agregar con una rama recta y delgada, perforada en su medio, muchas veces extraída del arbusto de chiric sanango (Brumfelsia grandiflora), o con un hueso (frecuentemente de la pierna de un ave como la tanrilla o Eurypyga helias). Se designa también como cachimba/o, voz oriunda del bantú cazimba a través de portugués cacimba procedente de Brasil. Para ser preparada, curada, debe cocerse largas horas en la mezcla de Ayahuasca, principal brebaje visionario de la Amazonía (Banisteriopsis caapi y Psychotria viridis) y eventualmente con otras cortezas de árboles. El maestro la ikara luego con cantos referidos al tabaco. Al fumar tabaco en la cachimba, éste adquiere la fuerza de la Ayahuasca y otras plantas, y de la ikarada del maestro. Así la pipa, como objeto consagrado, es considerada como una pertenencia personal única e instrumento terapéutico esencial.
El curandero agrega a veces los aromas de la corteza del árbol de canela (Cinnamomum zeylanicum o Cinnamomum verum J.Presl) sea masticando un pedazo de corteza cuando sopla el humo de tabaco, sea añadiendo canela al hornilla de la pipa para que se consuma conjuntamente con el tabaco. La canela juega un papel de equilibrador energético.
Otra modalidad de soplada se encuentra para tratar específicamente pacientes con problemas de brujería. En este caso el curandero coloca la parte encendida de su mapacho (cigarrillo rústico) y sopla humo por la otra extremidad sobre el cuerpo de su paciente. Hemos presenciado una curación de esta naturaleza realizada por un maestro indígena Piaora (Venezuela) durante una sesión de ayahuasca para extraer los efectos tóxicos de un virote. Usó un largo cigarro de unos 30 cm de largo y sopló lentamente el humo de tabaco sobre el cuerpo del paciente, muy cerca de su piel, como siguiendo líneas invisibles. Luego procedió a absorber las malas energías así movilizadas y vomitarlas como acto de liberación final y definitiva.
Finalmente, como en todo acto ritual, la intención del curandero juega un papel fundamental en el procedimiento de la soplada. Esta se expresa mediante oraciones o invocaciones a los espíritus protectores o aliados del curandero. Frecuentemente, el curandero hablará directamente al tabaco portando la hornilla de la pipa a su boca para susurrar sus pedidos y manifestar su intención.
A parte de la ingesta por vía oral, digestiva o pulmonar, existe une tercera modalidad de asimilación tradicional en el curanderismo peruano, que utiliza la vía nasal. En este caso se trata únicamente del tabaco bajo las formas sólidas (polvo de tabaco o rapé) o líquidas (extractos en agua o aguardiente de caña). La primera forma de inhalación del polvo de tabaco (rapé) es común en la selva amazónica mientras se encuentra preferencialmente la inhalación líquida en el curanderismo de la costa peruana asociada al uso del cactus de Sampedro o Huachuma (Opuntia cilíndrica o Echinopsis pachanoi o Trichocereus pachanoi)). Guillermo Cruz Sánchez define el acto de singar (singa= nariz en quechua) como “la propiedad de absorber y tragar tabaco en maceración o extracto alcohólico por la nariz” . En este último caso se suele inhalar en una conchita el jugo de tabaco con aguardiente, lo que se llama “sobar” el tabaco. Así lo describe el autor antes mencionado durante una ceremonia curativa o mesada en la costa Norte del Perú:
“El brujo empieza por "singar", es decir, aspirar por una ventanilla de la nariz una maceración de tabaco en agua o una infusión de tabaco en alcohol o en agua florida de hojas o quaña de tabaco. La maceración se pone en una concha grande y de aquí se distribuye en pequeñas porciones de 10 a 20 cc. a otras conchas más pequeñas. Puede empezarse a "singar" por cualquier ventanilla de la nariz, el brujo ordena dos o tres por la derecha y dos o tres por la izquierda; en este caso se tiene que absorber otras tantas por cada ventanilla, u ordena, tres o cuatro manos, en este caso se toman las tres o cuatro veces del contenido de una conchita por cualquier ventanilla de la nariz. Si se absorbe una vez por una ventanilla tiene que emparejarse con la otra. Esperar 20 minutos para cada "singada" después de dos "singadas" se toma la Opuntia. También puede tomarse sin "singar" Esta costumbre es muy antigua, y data seguramente de la época preincaica, pues, Montesinos la menciona en su crónica.”
Este acto puede ser seguido de vómitos considerados como una limpieza del cuerpo y del alma del sujeto. Este modo de asimilación del tabaco se describe tempranamente y en varias latitudes de América. El cronista Ramón Pané, desde finales del siglo XV observa en los Taínos de Hispañola la inhalación de polvo de Cohoba (Piptadenia peregrina) mezclado con jugo de tabaco y que producía una embriaguez destinada a rituales reservados a los jefes y chamanes. Era la ceremonia la más importante de la vida religiosa de los Taínos.
En la selva, el tabaco pulverizado finamente es inhalado por el sujeto o soplado por sí mismo (con una cánula en “V” hecha de dos huesos de ave unidos por goma de caucho) o por un tercero en las ventanas de la nariz. Este gesto provoca el estímulo directo del cerebro ya que el nervio olfatorio representa prácticamente una protuberancia del cerebro. El efecto psíquico es inmediato con una suerte de explosión mental de energía, con dolor de cabeza, percepción de destellos luminosos y sideración mental breve o atontamiento seguido de un despertar fuerte de la atención. Se genera secreción nasal y lacrimal de eliminación. Según la dosis, al cabo de algunos segundos o minutos, se esclarecen los pensamientos y se genera una claridad mental y eventualmente un estado visionario. Este despertar violento seguido de capacidad de concentración, claridad y calma mental, se usa en especial para hacer volver a sí mismas personas en estados de confusión durante la toma de Ayahuasca. Se lo encuentra en forma más leve como rito de acogida en ciertos grupos étnicos de la selva brasileña.
Un espíritu preside cada planta medicinal y corresponde a su “matriz espiritual” en el mundo invisible o mundo-otro. Esa matriz es una entidad viva no directamente sensible, sin corporeidad, pero dotada de una estructura propia (forma específica) y una calidad energética. En la persona que ingiere el tabaco de manera correcta esas virtudes energéticas se manifiestan en los diferentes niveles estructurales del ser humano: cuerpo, mente y espíritu. Existe una comunidad energética entre el ser humano y la naturaleza de la cual forma parte íntegra. Ciertas plantas alcanzan un alto grado de “familiaridad” con el ser humano y es el caso en especial de las plantas psicoactivas.
Esta íntima relación se demuestra a nivel material por la similitud (y a veces identidad) de los alcaloides de esas plantas con los neuro-transmisores del cerebro humano. Por ende, la ingesta adecuada de esas plantas no constituye une violación o efracción del cuerpo humano sino más bien un estímulo de funciones fisiológicas naturales generalmente adormecidas y hasta atrofiadas en el prototipo del occidental promedio. Así por ejemplo, la dimetiltriptamina (DMT) que se encuentra en ciertas plantas psicoactivas (p.e chacruna o Psychotria viridis, virola o Virola calophylla, yopo o Anadenanthera peregrina y otras mimosas y acacias) es secretada por la glándula pineal del ser humano y deriva como la serotonina de la vía metabólica del triptófano.
Un espíritu preside cada planta medicinal y corresponde a su “matriz espiritual” en el mundo invisible o mundo-otro.
La percepción del espíritu de una planta ingerida es interpretada inconscientemente por el cerebro humano, asimilando sus características a referentes de la vida sensible. Se trata de una representación o figuración de una entidad espiritual, no sensible, el cerebro apelando a similitudes de la experiencia concreta de la vida cotidiana y a los arquetipos universales que se deducen de la comunidad de la vida humana. En esta última dimensión, ubicada en el piso más profundo de la psiquis humana, las representaciones son transculturales o más bien pre-culturales.
Así en una toma de extracto acuoso de tabaco por un grupo de franceses en su propio país, se pidió a los participantes calificar mediante adjetivos, su percepción subjetiva de las cualidades del tabaco experimentado. Se coleccionaron los siguientes epítetos: “poderoso, purificador, denso, penetrante, estructurante, cálido, tranquilizador, impregnante, justo, silencioso, riguroso, fiel, de buen consejo, confiable, seguro, alegre, revitalizante”
Señalan como la toma de jugo de tabaco les enderezó, despertando la mente, devolviendo a la presencia a sí mismo, permitiendo acceder a otros estados de la consciencia que autorizan saludables tomas de consciencia y dando acceso a realidades metafísicas que nutren y purifican el alma. Y concluirán reconociendo en su conjunto que “el tabaco es un instrumento de regeneración que permite recordar lo olvidado, o sea la verdad del cuerpo, de las energías, de la realidad exterior como de la realidad interior, de la psiquis y del intelecto hasta la fina punta del alma” (p.61).
Encontramos en esos calificativos, características de funciones masculinas (yang en la tradición oriental), agrupadas alrededor de las nociones de fuerza y estructura. El tabaco interviene y actúa para limpiar, ordenar, verticalizar. Representa una sabiduría serena, segura, reconfortante, inspiradora. Asume una función “paternal” resumida en este dicho: “la madre da y el padre ordena”.
Corresponde a las percepciones indígenas donde se considera al tabaco como un espíritu que asume tres funciones principales: - Clarificación mental - Fuerza - Protección
La representación visual antropomórfica del espíritu del tabaco en las prácticas médicas indígenas es bajo los rasgos de un hombre musculoso, de piel oscura, a veces con sombrero blanco en la cabeza. En los ikaros se llama así al sinchi negrito (sinchi=fuerte en quechua), o sea el hombre negro y fuerte. En esa imagen reconocemos resumidas visualmente las mismas características que describieron los franceses, ignorantes de la cultura amazónica: masculinidad, virilidad, densidad (color oscuro), poder, protección y ordenamiento de los pensamientos (sombrero) bien inspirados (color luminoso del sombrero). Es de notar que el color negro aquí no representa una cualidad negativa sino una concentración de luz, una densidad extrema.
La obtención de los beneficios del tabaco pasa primeramente por un periodo de purificación de las cualidades opuestas. Así al tomar el jugo de tabaco, se percibirá inicialmente: - aceleración de los pensamientos, confusión, dolores de cabeza - debilidad acentuada donde el mismo sostener la cabeza se pone difícil - sensación de vulnerabilidad, desprotección.
Luego de la purgación del tabaco mediante vómito y diarrea, o su asimilación paulatina, se accederá a los estados beneficiosos de la calma mental con capacidad de concentración e inspiración positiva; fuerza física, mental y espiritual; sensación de protección y defensas frente a las “malas” energías. En mi propia experiencia, en una ocasión, pude así pasar de la vivencia de “muñeca de trapo” desarticulada, exhausta, a la percepción de la colocación de placas de metal en mi pecho, mi espalda y todo el cuerpo que me daba la sensación de volverme el “robocop” de las películas modernas.
El tabaco provoca una limpieza profunda y violenta. Permite evacuar toxinas físicas (drogas por ejemplo), venenos psíquicos (cólera, orgullo, celos, tristeza, etc.) e infestaciones espirituales debidas a actos de brujería, herencias trans-generacionales peyorativas, efracción de un espíritu maligno mediante prácticas de magia, ocultismo, abuso sexual, incesto, etc. El progreso del aprendiz se manifiesta cuando éste deja de vomitar al tomar jugo de tabaco y va aumentando progresivamente las dosis. Se considera entonces que la “fuerza” del tabaco se instaló en el cuerpo del alumno cuyo cuerpo está limpio.
Una vez asimilado el poder del tabaco en sus formas sólidas y líquidas, el tabaco fumado prolongará y exaltará esos mismos efectos en una dimensión aún más aérea e ígnea, o sea facilitando una inspiración positiva para los pensamientos y la vida espiritual. El humo de tabaco alimenta la vida espiritual, tanto el espíritu humano como los espíritus de la naturaleza o de la jerarquía del mundo superior. Por ello, el maestro curandero frecuentemente riega jugo de tabaco sobre las plantas medicinales que utiliza o las sopla con el humo de tabaco. Se encuentra otra ilustración del concepto ritual universal de la nutrición de los espíritus mediante el humo del tabaco en el personaje andino del ekeko.
“El Ekeko, espíritu de la prosperidad y abundancia, es un muñeco de terracota que puede presentarse en varios tamaños, pero que generalmente tiene alrededor de 20 cm de altura. Representa a un hombre con las típicas vestiduras de la región andina que se extiende desde el centro de Perú hasta el noroeste de la Argentina. De su cuerpo cuelgan pequeñas bolsitas, que a modo de alforjas contienen cereales, tabaco y billetes enrollados que funcionan como exvotos para propiciar la adquisición de bienes materiales. El poseedor del Ekeko puede agregar nuevos exvotos en miniatura que se colgarán de la estatuilla o se ubicarán a su lado, representando aquello que se desea obtener. Para lograr los favores solicitados, hay que hacer "fumar" al Ekeko en el momento en que se pone el objeto. A tal fin, la figura presenta una oquedad en la zona donde debería estar la boca, y es allí donde debe colocarse un cigarrillo encendido. Si el deseo o pedido es aceptado, del cigarrillo saldrá humo como si realmente el Ekeko fumara.”
Sin embargo es de notar que el fumar tabaco por el ser humano debe ser canalizado por el ritual correcto y una intencionalidad clara del maestro o de quien usa el tabaco. La transgresión de las normas relativas al uso correcto del tabaco, resultan en el hecho de que el tabaco pueda volverse dañino por el manejo inoportuno que se le da. Y ello sucede de dos maneras principales y complementarias.
En el caso de la infestación de un ser humano por un espíritu parásito, el origen puede ser trans-generacional (por ejemplo herencia de un espíritu de suicidio, de incesto, de incredulidad, etc.), casual (frecuentación de un sitio infestado, por ejemplo), consecuente a un acto de brujería (daño intencional de terceros, hechicería, maldiciones, etc.), resultante de prácticas espiritualmente transgresivas (espiritismo, ocultismo, canalización incorrecta o channeling tipo Reiki, adivinación, prácticas de magia, profanación de lugares o cosas sagradas, etc.), o por contagio en estados de permeabilidad o vulnerabilidad energética (por ejemplo toma de drogas, actos sexuales no consagrados).
Los espíritus que vampirizan al sujeto se alimentan de su cuerpo energético y le inducen mediante sugestiones mentales negativas a seguir transgrediendo las leyes vitales. Es lo que el lenguaje eclesiástico clásico designa con el término de “obsesión” y que puede llegar en raros casos a avasallar casi por completo la persona en los fenómenos de “posesión”. El humo de tabaco en esos casos nutre al espíritu vampiro y le da fuerza. Así encontramos en los Nahua de México, que una de sus principales divinidades, Tezcatlipoca, señor de la noche y brujo todopoderoso, se llama también “espejo humeando”
De manera complementaria, sin que haya necesariamente infestación, el consumo de humo de tabaco en un sujeto que no pasó por los pasos previos de ingesta sólida-líquida y que además inhala el humo de tabaco en lugar de tragarlo, resulta en una especie de desvío de la energía espiritual hacia la mente. Esto constituye en sí un acto transgresivo, por invertir la jerarquía natural donde lo espiritual trasciende lo mental. De hecho, encontramos frecuentemente este procedimiento en las personas que buscan inspiración (escritores, artistas, músicos…) “bombeando” el humo tabaco… lo que resulta en realidad en un bombeo de sus energías psíquicas y espirituales con el desgaste correspondiente. El ser humano se coloca en la dependencia de un espíritu vegetal, invirtiendo de nuevo el orden natural y contingente. De cierto modo, el espíritu del tabaco se pervierte por un acto de profanación en el cual el mismo sujeto le entrega poder sobre sí mismo. El poder vital del tabaco deviene en una fuerza letal que cobra 3,5 a 4 millones de muertes cada año en el mundo siendo una de las tres primeras plagas de salud pública.
Un ejemplo ilustrativo de este procedimiento se encuentra en la personalidad fundadora de la escuela psicoanalítica, Sigmund Freud, y descrito con finura por Philippe Grinberg “Consumiendo 20 puros diarios durante toda su vida hasta su muerte por cáncer de la mandíbula, Freud reconoce que el tabaco es su “substancia de trabajo” y a pesar de ello, en toda su obra, tratará una sola vez del tabaco designando su papel de “sustituto a la masturbación”. La función máxima de estímulo creativo por el tabaco en la vida de Freud, lleva al autor a escribir que “se puede afirmar sin temor a exagerar, que la teoría freudiana a lo largo de sus avances se nutrió de los vapores del tabaco”. Y tenemos una patente ilustración de los resultados de esta profanación con una teoría psicoanalítica que redujo lo humano a su dimensión psico-emocional con énfasis en lo sexual, y simultáneamente pretendió anular la dimensión espiritual proclamando la “muerte de Dios”.
Otro paralelo emerge con el uso popular del humo y jugo de tabaco para repeler los insectos ponzoñosos, alejar las serpientes y extraer los parásitos cutáneos (miasis). Estas prácticas concretas hacen eco en la dimensión material de una función “exorcista” del tabaco a nivel energético o espiritual. Simbolizan un mecanismo válido del tabaco a los diferentes niveles de la creación, visible e invisible. Así el tabaco fumado en condiciones correctas (preparación, intención, ritualidad) atrae los buenos espíritus y aleja los malos, genera buena inspiración y protege de la mala. Los Wauja del Alto-Xingu en la Amazonía brasileira dicen a su modo que el “olor del tabaco atrae a los espíritus”.
En otras palabras, según la adecuación del contexto ritual, el humo de tabaco nutrirá el espíritu humano o se nutrirá de él, lo enriquecerá o lo vaciará. Como lo señala Michel Mouret (op. cit.), en su forma dañina, el humo de tabaco tiende a alimentar la dimensión egotista fantaseada del sujeto en detrimento de su Yo profundo: “En su doble aspecto, mediante el humo, de muerte del ser espiritual en beneficio del ego imaginario o de muerte del ego imaginario en beneficio del ser corporeizando lo espiritual, se puede decir que el tabaco podría figurar, de una manera alegórica, la opción del libre albedrío ante la llave del conocimiento de lo bueno y de lo malo. (…) Si me alejo de las realidades buenas o malas, ingreso entonces en el puro imaginario, vale decir en las cosas que no tienen ninguna consistencia, que no subsisten, que no tienen ser en sí mismas, o sea que no nutren al espíritu”
Según la adecuación del contexto ritual, el humo de tabaco nutrirá el espíritu humano o se nutrirá de él, lo enriquecerá o lo vaciará.
El tabaco bien utilizado nos permite salir del mundo virtual fantaseado en aras de satisfacer la auto-contemplación de sí mismo, para descubrir la verdadera vocación humana a una realización espiritual plena que consiste en la contemplación de la Vida o de Dios; o sea transitar del yo egotista al Self (Sí mismo) trascendente, pasando por la inteligencia del corazón que nos devuelve a esta expresión de los primeros cronistas que calificaron el tabaco de “hierba cordial”
El tabaco representa por excelencia el mediador entre este mundo y el mundo-otro, el mundo sensible y el mundo invisible, el mundo mítico primigenio y el mundo de la manifestación en el cual nos toca vivir nuestra cotidianeidad. Asume entonces una función de inspiración, permitiendo la captación de los ikaros, la enseñanza de la sabiduría eterna, la captación y descodificación de los mensajes procedentes del mundo espiritual. Esta cualidad se asimila al poder de la escritura-lectura occidental según los Guajiros que entrevistó el antropólogo Michel Perrin (1992) . Por ello jugará un papel fundamental en los múltiples rituales de América especialmente en las actividades curativas, religiosas e iniciáticas y su descripción exhaustiva es imposible.
Perrin relata así como el tabaco sirve de vehículo esencial para relacionarse con el mundo invisible : Una shamana me decía así en 1979: "La shamana se abre por todo su cuerpo a causa del yüi, del jugo de tabaco (... ). Entonces, su voz sale de su vientre, canta, sus espíritus llegan y le hablan... Porque el tabaco es pülasü, tiene poderes (...) Cuando la shamana termina el jugo de tabaco, cuando abre de nuevo los ojos, su canto se vuelve tímido, inseguro y se detiene..." Y en cada curación, es con su soplo cargado de jugo de tabaco que el shamán tratará los males, haciendo volver las almas o expulsando del cuerpo los elementos patógenos. El tabaco constituye entonces para los Guajiros a la vez un vehículo y una señal: permite alcanzar el mundo-otro y es el emblema del chamanismo.
Desarraigada de las culturas americanas y apartándose de su uso ritual, llegó a Europa y Asia como regalo exótico, descubriéndose rápidamente su uso lúdico y suscitando temores y opiniones encontradas. Se señala su llegada temprana a Europa en 1503 y en un siglo se difundió por todo el planeta, demostrando así su capacidad universal para relacionarse con el humano. En 1605, el tabaco se cultiva en Japón. Posteriormente, y gracias a los médicos Nicolás Monardes que publicó “Historia medicinal de las cosas que se traen de la Nueva España” (1695), y Jean Nicot, embajador de Francia en Portugal y médico de la corte del rey Enrique II de Francia, se descubrió sucesivamente su valor medicinal y muy pronto el comercial, vulgarizándose y alcanzando una distribución global.
Con la llegada de la era industrial, el consumo del cigarrillo se acrecentó enormemente. La primera máquina en Francia para enrollar los cigarrillos, el cigarrotipo de Le Maire se construyó en 1843. En la Exposición universal 1878, Surini y Durand presentaron una máquina que podía fabricar 3600 cigarrillos por hora. Desapareció paulatinamente el preparado manual individual de cigarrillo (generalmente en hojas de maíz) para colocar a la disposición de los consumidores cigarrillos ya fabricados y que se podían fumar directamente. Paralelamente, a finales de la primera parte del siglo XIX (1843), aparecieron los cerillos o fósforos que daban acceso inmediato a una fuente de fuego para prender el cigarrillo.
Es pertinente acotar que en este nuevo contexto, la planta de tabaco perdió su rol medicinal y espiritual, y de allí en adelante la historia es harto conocida: del olvido de su uso ritualizado y selecto en el ámbito de planta sagrada-medicina, al boom comercial de su uso lúdico y social; de la inclusión de aditivos sintéticos en los cigarrillos para incrementar su venta, a la comprobación del efecto nocivo de los productos de su combustión sobre la salud. El uso de tabaco se volvió totalmente profano y lúdico, perdió toda ritualidad. La planta sagrada se transformó en veneno mortal.
Los beneficios médicos descritos en 1695 por Monardes, eran similares a los manifestados por los nativos americanos: renovación y limpieza del cerebro, males de pecho, halitosis, lombrices, dolores, cicatrizante, antídoto contra lesiones por animales ponzoñosos y flechas envenenadas. Estos efectos fueron confirmados en 1828 al descubrirse el principio activo del tabaco, la nicotina y de allí en adelante se enfatizó su efecto sobre el sistema nervioso central y la psiquis. Desde fines del siglo pasado se estudian las aplicaciones médicas del tabaco, especialmente para la prevención y el tratamiento de enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer y Parkinson , así como paliativo para la esquizofrenia , el déficit de atención y para el síndrome de Tourette .
A pesar de la amplitud del uso ancestral del tabaco en poblaciones étnicas, existen relativamente pocos trabajos etnológicos focalizados sobre los usos del tabaco como los de Johannes Wilbert , Gately y Perrin . La discusión clínica académica actual nos lleva indefectiblemente al campo oncológico o al legal, al compromiso político-legal de los países para su control - punición, obstaculizado sólo por los enormes intereses económicos de la industria del tabaco. Por ello nos parece recomendable señalar el interés del congreso organizado por Takiwasi en 2006 sobre “el tabaco como planta de enseñanza y curación” Si bien el consumo de tabaco en Occidente incluía inicialmente formas sólidas (masticado, inhalado de polvo o rapé), es finalmente el consumo fumado el que llegó a dominar casi totalmente en la era moderna.
De hecho, en Occidente, ha sido a partir del tabaco que se descubrió e introdujo el acto de fumar, entendido como absorción directa e intencional por la boca de vapores o humos resultando de la combustión de alguna sustancia. El cannabis y opio que tenían uso medicinal en Europa bajo forma líquida y por vía oral (en vino, en infusiones o decocciones) empezaron a fumarse en el siglo XVI a partir del uso fumado del tabaco. El tabaco ocupa actualmente 75% del espacio de las plantas fumadas en Europa .
La primera forma primitiva de fumar se remonta a la Antigüedad cuando se echaba ciertas sustancias aromáticas vegetales o minerales sobre brasas, liberando así un espeso humo aromático con el cual se fumigaba el cuerpo por lo que se inhalaba indirectamente. Los inciensos, la salvia, el benjuí, la mirra, y muchos otros productos naturales hacían parte de los recursos terapéuticos inhalados bajo esta modalidad más que fumados. Tenían ya una conexión clara con prácticas espirituales y en el Templo de Jerusalén ya se encontraba la mesa de los inciensos como elemento central de la liturgia judaica. Se difundirá en parte el uso del tabaco pulverizado e inhalado en Europa inicialmente como atributo de la nobleza y la burguesía mientras se deja el fumar tabaco al pueblo. Luego las cosas se invertirán, fumar será atributo de la nobleza. Se suele colocar un poco de tabaco pulverizado en la depresión ubicada entre el dorso de la mano y la base del pulgar cuando éste se levanta hacia atrás, antes de llevarlo a la nariz e inhalarlo. Este uso será tan difundido, que las descripciones anatómicas calificaron esta depresión de “tabaquera anatómica”. Tomemos el ejemplo de Francia para ver como la dimensión espiritual del tabaco generará diversas pasiones y conflictos.
El tabaco es introducido en Francia por un monje, André Thevet, que vuelve de Brasil con la planta que inicialmente se llamará Thevetiana. En 1623 el Cardenal de Richelieu, primer ministro del rey, propone el primer impuesto de 30 soles franceses por libra de tabaco que entra en Francia. Sin embargo en 1642 el papa Urbano VII en una bula, amenaza de excomunión a los que consumen tabaco durante la misa. El Rey Luis XIV pronuncia un edicto en 1682, que reza: “Se podrá inhalar tabaco una sola vez durante el oficio y esta toma será ofrecida a los feligreses por los mayordomos”. Bossuet, famoso sacerdote orador, en sus “Sermones” proclama en 1698 que es un pecado consumir tabaco durante los oficios y pide “exterminar esa indecencia escandalosa en la Casa de Dios”.
A pesar de ello el consumo irá incrementándose en los siglos XVII y XVIII, los pobres mastican el tabaco mientras las mujeres de la nobleza lo fuman en la pipa, objeto introducido por los ingleses. Los autores clásicos difunden su moda. El dramaturgo Corneille afirma “El tabaco es divino, nada lo iguala”, mientras Moliere declara “Es la pasión de la gente honesta, y quien vive sin tabaco no es digno de vivir” .
Así se ve la complejidad de reacciones alrededor del tabaco por la relación que suscita con el mundo de la inspiración, su dimensión religiosa o espiritual y las influencias económicas y políticas. El vínculo entre religión y tabaco se mantendrá hasta muy tarde, especialmente en la región oeste de Poitou en Francia, donde hasta hace unos 50 años atrás se seguía inhalando durante las misas como lo testimonia mi propio padre: La parroquia designaba a tres hombres – los mayordomos (“marguilliers” en francés) – principalmente para ayudar al sacristán durante las ceremonias religiosas. (..) Durante la distribución del pan bendecido, los mayordomos tenían una tabaquera en la mano y, además del bocado de pan, ofrecían a los hombres una pizca de tabaco. Los que la aceptaban tomaban la pizca de polvo de tabaco a inhalar, la colocaban en el dorso de la mano y la aspiraban, sorbiendo ruidosamente. En el silencio de la iglesia se escuchaban esos resoplidos. Era algo muy especial.
Esta tradición se mantiene hasta hoy en día, pero de manera folklórica, en la ciudad de Machecoul en Vendée, en medio de una fiesta anual de la parroquia. Según los organizadores, la tradición se remonta al año 1638, en el cual, en ésta época, los mayordomos proponían polvo a inhalar a los parroquianos en la misa dominical, tarea que asumían todo el año. Sin desarrollar un tema que desbordaría el sujeto tratado, vale la pena establecer brevemente un paralelismo entre las dos sustancias de mayor consumo fumado en la actualidad: el tabaco y el cannabis.
Si bien el tabaco simboliza a plenitud las virtudes masculinas, la marihuana figura a su vez plenamente las virtudes femeninas. Su uso lúdico o recreativo en la sociedad pos moderna occidental procede del mismo comportamiento consumista, desritualizado. Una profanación similar a la del tabaco generará los mismos inconvenientes, o sea alimentar a los fumadores a nivel mental de realidades espirituales que no pueden asimilar ni concretizar. La genialidad inspiradora de la marihuana quedará en proyectos jamás llevados en el terreno de la realidad cotidiana, con debilitamiento de la energía mental (síndrome a-motivacional, distracción y olvido), agresividad reprimida, sobrevaloración de los pensamientos en detrimento de los sentimientos aplacados, pérdida del vínculo con el mundo exterior mediante una auto-contemplación egotista que puede, al extremo, desatar brotes psicóticos.
Una vez más, en las sociedades tradicionales con larga experiencia en el uso del cannabis, antes de fumarlo se procedía a ingerirlo en sus formas sólidas y líquidas y dentro de un procedimiento ritual y largo aprendizaje. Hemos desarrollado este tema en otro artículo al cual referimos . El cannabis se contrapone al tabaco en el sentido de que, si éste último se caracteriza por manifestar virtudes totalmente masculinas, el cannabis posee virtudes plenamente femeninas (receptividad, intuición, sensibilidad, dulzura, etc.). Mientras el estandarte del cannabis se condensa en el “peace and love” caricaturado en hippies feminizados con pelo largo y ropa amplia floreada, la publicidad relativa al tabaco nos recrea imágenes de supuestos “machos” como vaqueros del oeste mal afeitados, bronceados, rústicos y hasta rudos, vestidos de cuero. El tabaco siempre fue parte de la ración del soldado por simbolizar la virilidad a la vez que saca del aburrimiento, mantiene la convivialidad, mantiene despierto y en estado de alerta pero reduciendo la angustia . Sin embargo en ambos casos se trata de una falsa asimilación de las virtudes propias a cada planta ya que se procede a una absorción fumada antes de que se haya incorporado la fuerza de la planta en sus formas sólidas y líquidas como manda la ley natural: lo femenino precede siempre a lo masculino.
En las sociedades tradicionales con larga experiencia en el uso del cannabis, antes de fumarlo se procedía a ingerirlo en sus formas sólidas y líquidas y dentro de un procedimiento ritual y largo aprendizaje.
Además la ausencia de preparación, la falta de intención consciente, la ausencia de ritual coherente, terminan por transformar el gesto de auto-iniciación adolescente en una caricatura de ella. Inconscientemente, el fumador no iniciado, incorpora en sí, de manera transgresiva, las virtudes que la planta posee y que le ayudaría a descubrir y desarrollar paulatinamente en sí mismo, a condición de respetar los pasos iniciáticos adecuados. Esta profanación conduce más bien a una falsa sexualización-diferenciación, que excluye la dimensión psíquica y espiritual. La fascinación por esa energía sexuada que se encuentra en la planta lleva el sujeto a devenir dependiente de ella. Dependencia fuerte y drástica (masculina) con el tabaco y dependencia sutil y suave (femenina) con el cannabis, a tal punto que los consumidores crónicos de marihuana la niegan aunque fumen durante decenios de su vida y hablen de la “María-Juana” con el tono indiscutible del enamorado empedernido.
No reparan en el hecho de que, si bien pueden dejar de consumir la marihuana varias semanas y hasta algunos meses (aunque en promedio hemos observado que raramente superan los 2 meses), vuelven a consumir de manera crónica, aunque espaciada. Una intoxicación duradera con esas plantas fumadas llega a modificar físicamente al fumador, hasta el punto de feminizar al consumidor masculino crónico (delgado, filiforme, cabello largo…) y masculinizar a la fumadora de tabaco (voz gruesa o ronca, piel seca, pelo corto…).
La campaña mundial de lucha contra el consumo tóxico del cigarrillo tiende a borrar las potencialidades terapéuticas considerables del uso adecuado de tabaco, una de las cuales es, además, la posible desintoxicación del tabaco fumado por el macerado acuoso de tabaco o su preparación en tintura-madre y sus diluciones.
Las tradiciones milenarias nos enseñan que esta estigmatización unilateral del tabaco es impropia porque reduce el tabaco a un objeto e quiere ignorar las condiciones de uso que determinan sus efectos favorables o peyorativos. Nuestra sociedad paga las consecuencias de la profanación de lo sagrado. En este contexto las prohibiciones sólo desplazarán el problema a otras sustancias naturales o sintéticas como ocurre desde hace dos siglos, favoreciendo además tráficos y mafias. Cada nueva droga psicoactiva fue inicialmente presentada como solución medicamentosa a la dependencia a otra: Freud usó la cocaína para tratar la adición de su amigo a la heroína, él mismo apeló al tabaco para sustituir su dependencia a la cocaína, e igual cosa sucede hoy con la prescripción de la metadona para tratar la heroinomanía. La experiencia empírica de los pueblos étnicos con las sustancias psicoactivas nos reta a ver la verdad sobre nosotros mismos y a escapar de una denegación colectiva suicidaría.
El Centro Takiwasi utiliza procedimientos inspirados de ese saber ancestral para hacer frente a la adicción actual muy extendida al tabaco fumado y se acompaña generalmente del consumo abusivo de otras sustancias potencialmente adictivas (cannabis, alcohol, cocaína, pasta básica de cocaína, fármacos, etc.). Esa poli-intoxicación constituye uno de los mayores problemas de salud pública a nivel mundial. En esta forma de uso, complementada con el enfoque psicoterapéutico adecuado, se aprecia notable efecto sobre el síndrome de abstinencia y a largo plazo sobre la adicción al tabaco y demás dependencias.
De otro lado, el uso ritualizado de extractos acuosos de tabaco demuestra un gran interés como facilitador en los abordajes psicoterapéuticos, permitiendo desbloquear de manera rápida y eficaz procesos entrampados. Además de la desintoxicación física, permite despertar la vida onírica, establecer una reconexión con el mundo interior del paciente y otorgarle claridad mental, sensación de fuerza, capacidad de concentración y estabilidad emocional. Reactiva la dimensión espiritual y favorece el restablecimiento de un sentido profundo de la vida y de su propia vida.
Frente a la tendencia global hacia la feminización de la sociedad contemporánea que carece de figuras de “padres” auténticos, ofrece a cada sujeto la posibilidad de desarrollar sus virtudes psico-espirituales masculinas. Posibilita el proceso de diferenciación que nos extrae de las fuerzas regresivas indiferenciadas mortíferas que dominan el panorama cultural de la globalización. En esos horizontes de seres humanos asimilados a objetos pasivos e infantilizados, el tabaco constituye un aliado de extremo valor para ir hacia el encuentro personal con su propia singularidad, su unicidad, su vocación humana y su destino espiritual.
En impresión por la Fundación Desde América, Buenos-Aires, Argentina.