“Medici che incontrano gli spiriti” (Médicos al encuentro de los espíritus), de Alberto Dubbini, es un libro que introduce a los lectores la trayectoria humana, profesional e intelectual de Piero Coppo, Rosa Giove y Jacques Mabit, tres médicos que han sabido construir canales de comunicación concretos entre la medicina occidental, a la que deben su formación, y terapias radicalmente diferentes basadas en la experiencia del encuentro con entidades invisibles, espíritus, demonios y divinidades, de las que se cree que depende el estado de salud y enfermedad del ser humano. Estos tres médicos han construido realidades terapéuticas operativas y efectivas, centros de irradiación de visiones culturales capaces de transformar y enriquecer profundamente el concepto médico dominante en la sociedad globalizada actual.

Piero Coppo ha sido el director de la Escuela de Especialización en Psicoterapia con orientación etnopsicoterapéutica Sagara en Pisa, el representante italiano de un movimiento más amplio que se reconoce en el término de etnopsiquiatría, y encuentra su principal expresión a nivel internacional en el Centro Devereux de París. Jacques Mabit y Rosa Giove, en cambio, fundaron en 1992 en la Amazonía peruana el Centro Takiwasi. Takiwasi es una innovadora comunidad terapéutica para el tratamiento de la drogadicción en la que los chamanes o curanderos indígenas trabajan junto a médicos y psicólogos occidentales, creando así una de las primeras instituciones clínicas en el mundo capaz de combinar el uso de la psicoterapia y las plantas medicinales amazónicas, incluida la Ayahuasca, para ofrecer una respuesta eficaz a diversos trastornos de salud mental.

El autor del libro, Alberto Dubbini, es profesor de ciencias naturales con formación en ciencias religiosas por el Instituto Superior de Ciencias Religiosas "Italo Mancini" de la Universidad de Urbino, Italia. Construye puentes para conectar las ciencias de la naturaleza con las del espíritu. En 2018 y 2019 realizó investigaciones de campo en el Centro Takiwasi centrándose en particular en las formas de interacción entre la religiosidad católica y la espiritualidad indígena dentro del proceso de rehabilitación de la drogadicción y en los beneficios que el contacto con entidades invisibles puede traer para la curación de las personas.

A continuación, proponemos dos breves extractos traducidos al español del libro “Medici che incontrano gli spiriti”, en los que leemos de las palabras de Jacques Mabit y Rosa Giove, entrevistados por el autor, el relato de sus primeras experiencias con la Ayahuasca.


Jacques Mabit

Yo me contacté con curanderos mestizos e indígenas con la intención de aprender a través de mi experiencia personal. No quería solamente que me cuenten su conocimiento sino experimentarlo, verlo desde adentro. Porque, de hecho, los curanderos tienen un discurso muy pobre en lo racional que me dejaba insatisfecho. Cuando por ejemplo se le pregunta a uno porqué o cómo tal planta cura, responde diciendo ¡“porque tiene una fuerza curativa”!. Y con eso uno no progresa mucho… Es que la expresión verbal de los curanderos es de tipo metafórico. Utilizan imágenes, lo que es propio del lenguaje del hemisferio derecho del cerebro. Y, como todos los occidentales, yo estaba adiestrado más que todo en usar el cerebro izquierdo, el lenguaje racional.

Entonces contacté a muchos curanderos y siempre les preguntaba si yo, como médico occidental, podía experimentar y así aprender su medicina. Y me decían: “sí, pero si tú quieres aprender, nosotros no te vamos a enseñar, quien te enseña son las plantas, porque las plantas te hablan. Tienes que tomar las plantas, ahí recién vas a entender. Las plantas te hacen ver como en un televisor”. Y ¿qué podía significar eso para un occidental? Nunca ninguna planta me había hablado. Tenía dificultad en imaginarme como podía ser este tipo de enseñanza.

Y finalmente decidí que, si yo quería realmente conocer esta medicina, tenía que seguir otra vez la lógica de ellos. Eran los especialistas. Me di cuenta que, si empezaba a racionalizar y funcionar desde mi lógica, no me iba a servir de nada. Entonces debía dejar de lado temporalmente todos mis criterios científicos, mis categorías conceptuales y aceptar hasta lo más “irracional” para mí. Si me decían de pararme cabeza abajo, tenía que hacerlo… Y, luego de un tiempo de tres meses o seis meses, volver a mi realidad, a mi lógica, tomar distancia y analizar lo sucedido según mis rejas de lectura habituales, evaluar si había aprendido algo, si era coherente, cómo me encontraba.

Jacques Mabit liana ayahuasca

Empecé entonces a tomar la Ayahuasca con un curandero acá en Tarapoto. Fue una experiencia fundadora para mí y luego para Takiwasi. En la primera sesión tuve tanto miedo que me bloqueé, no pasó nada. Nunca había tomado sustancias, nunca había consumido drogas, entonces estaba muy asustado. Al final, me sentí un poco estúpido cuando me di cuenta que me había dominado el miedo. Los pacientes locales que estaban en la misma sesión y que yo había visto llorar, vomitar, gritar, se encontraban alegres y riéndose. Yo no había podido franquear el umbral. No podía quedar con esta sensación de fracaso.

Volví a los 2 días a tomar de nuevo con el mismo curandero y ahí no tuve tiempo de tener miedo. Fui proyectado bruscamente en un estado de conciencia totalmente nuevo y no podía controlar nada. Tenía visiones, pero no era como una visión distante en una pantalla, estaba viviendo la visión, yo vivía en esta realidad visionaria. En esta sesión me encontré con una boa gigante negra que empezó a luchar conmigo, a enroscarme y me asustó porque era una vivencia muy real. Me jalaba hacia el fondo en un abismo obscuro, sin límite. Era algo muy aterrador, terrorífico. Y yo luchaba y luchaba y no podía dominar a la boa, ella me dominaba. Eso fue muy angustiante y duró una eternidad para mí. Ahí se pierde la noción del tiempo. Estaba totalmente absorto en la experiencia, por esta lucha de vida o muerte. Me di cuenta poco a poco que no podía superar esta fuerza letal y que me iba a morir. Entonces pasaron por mi cabeza todos los pensamientos propios de alguien que va a morir.

Entonces vino la cólera. “Que estúpido porque no me quedé tranquilamente en un consultorio en Francia en lugar de meterme ahí, eso es tóxico, no es para occidentales, es solo para indígenas”. Después la tristeza. ¿Qué iba a ser de mis padres que al día siguiente se iban a enterar que su hijo había muerto tomando una planta con indígenas? Vi el ataúd, la gente que iba a mi funeral… Remordimientos por todo lo que no había hecho o dicho antes de morir. Seguía la lucha y poco a poco la muerte me apareció como un hecho ineluctable. Mi suerte estaba echada. Era así y punto, no había salida. Entonces vino la aceptación. Aceptar progresivamente la idea de que mi vida terminaba así. No había más que decir ni más que hacer, solo aceptar.

Y luego me di cuenta de que, a pesar de todo, la vida de los demás iba a seguir. Tanto para mi familia, una vez pasada la tristeza, como para la gente de acá, de Tarapoto. Tal vez iba a salir en el periódico que un francés había muerto tomando Ayahuasca e iban a decir “ah” y después a tomar su desayuno. No iba a cambiar la vida de nadie, ni afectar a mucha gente, ni menos a la sociedad en general ni al mundo entero.

En ese momento, me atravesó una frase, que salía de mí, pero como viniendo de un más allá de mí, y dije interiormente: “Jacques no tiene importancia”. Una especie de evidencia patente que el mundo no me necesitaba y podía vivir sin mí, que no tenía ninguna importancia de por mí mismo. Y repetí esta frase tres veces con una autenticidad absoluta porque ya me despedía de este mundo: “Jacques no tiene importancia, Jacques no tiene importancia, Jacques no tiene importancia”. Tre veces....

A la tercera vez, sorpresivamente, la boa me soltó repentinamente y desapareció. Y me di cuenta de que ya no iba a morir. No lo podía creer. Me encontraba todavía en el fondo del abismo, pero libre y capaz de volver a la superficie. Y me vinieron un montón de cosas a la mente… Podía vincular esta falsa “importancia” que tenía con una cantidad de eventos y situaciones de mi vida. Se esclarecían comportamientos y relaciones, lo que había pasado hasta entonces. Llegué a darme cuenta cómo antes de eso me daba importancia y cómo eso se había manifestado en mi vida social, profesional, familiar, amorosa. En fin, aparecieron las numerosas ramificaciones de esta creencia egocéntrica sobre mi propia importancia, cómo manejaba inconscientemente mi comportamiento.

Volvía de a poco a la superficie, salía por etapas de este abismo como un buceador que emerge del fondo del mar. Y me acercaba a la consciencia ordinaria. Todavía asustado, pensaba: “Nunca más voy a tomar Ayahuasca, no es para occidentales”. Y de nuevo tenía asociaciones y comprensiones y me fascinaba esta claridad mental. Hasta llegar a la superficie, a la consciencia, volver en esta sala donde acababa de realizarse una sesión de Ayahuasca.

Tuve entonces la sensación realmente de un descubrimiento fenomenal, y dije: “Eso es lo que buscaba”. Lo que buscaba sin saberlo. La verdad sobre mí mismo. Esta boa es el espíritu de la Ayahuasca. La manera cómo se visualiza. La que me llevó a este combate, esta lucha... y a esta toma de consciencia tan importante. Dominó mi ego. Une forma de muerte del ego, una muerte parcial porque realmente nunca muere, pero una primera muerte. Con el premio de una liberación increíble. Al final yo había entendido más cosas en una sola noche que todo lo que antes había podido reflexionar, leer o pensar. Una medicina fuerte que abarca el cuerpo, la efectividad y la espiritualidad, el sentido de la vida y de la muerte. Ese fue el primer encuentro con el espíritu de la Ayahuasca.


Rosa Giove

Hicimos un congreso y obviamente si íbamos a hablar de enfermedades de la región tampoco podíamos dejar de hablar de la medicina tradicional. Entonces invitamos curanderos y este curandero era ayahuasquero y entonces como cierre del congreso propuso una sesión de Ayahuasca. Yo fui a tomar porque tenía mucha curiosidad y sentí que era un espacio protegido. Tampoco tenía muchas ganas de ir a aventurarme en cualquier sitio a tomar plantas que no conocía, yo no tenía experiencia con los estados modificados de conciencia, nunca he fumado marihuana ni nada por el estilo.

La verdad es que fui a la ceremonia de Ayahuasca de una forma bastante medica cuadrada rígida, fui con un estetoscopio, con una linternita que se prendía con la boca, una libreta de notas, un lapicero, fui tomando la presión, la frecuencia cardíaca, la frecuencia respiratoria cada 10 minutos, cada 15 minutos durante toda la sesión y entonces no obtuve nada. Porque toda mi atención estaba prendida allí y no obtuve nada: ni encuentros cercanos ni lejanos con ninguna entidad, con ninguna cosa, salvo… Salvo que pensé que me había dormida y que había soñado, tuve imágenes, pero yo habitualmente sueño mucho, entonces pensé que me había aburrido y que había soñado.

Entonces tomé dos veces más, la segunda vez el curandero me dijo: “Vienes con tantas cosas que no vas a entender nada”, y la siguiente vez fui sin nada. Dispuesta a tener la experiencia, pero otra vez se repitió eso, que tuve según yo un sueño y pensé que me había aburrido, me había dormido y que había soñado cosas normales, cosas habituales. Después de esas dos experiencias yo dije “no, no vuelvo a tomar” porque en realidad el ambiente no era muy bonito, la gente vomitaba allí al costado, no me sentía motivada para seguir tomando y dejé de tomar dos años.

Ceremonia de ayahuasca maestro Solon Tello

En esos dos años yo me di cuenta de que la Ayahuasca había funcionado, que había cambiado algo en mí y ese algo había sido… Una de las pocas imágenes que yo me acordaba en la sesión de Ayahuasca era haberme visto en una sala con unos barrotitos, una ventana y que veía la cara de mi tía, de mi abuela allí, muy asustadas, que me hacían señas… y yo me sentía niña, muy pequeña, de tres-cuatro años de edad, que estaba en una cuna, y debajo de la cama había un perro que se quejaba. Y yo lo quería agarrar. De pronto en esta imagen tuve la sensación de una gran luminosidad y un movimiento de mi cuerpo, brusco, mi sensación es que caía mucho polvo, mucha tierra que no me dejaba ver, como bruma y después una luminosidad que me cegaba y allí me desperté, según yo.

Después me di cuenta que no había sido un sueño, sino que había sido una visión de Ayahuasca, pero yo pensaba que eso no correspondía en absoluto a mi historia personal, a mi vida ¿no? Lo dejé allí en stand-by, dos años. Hasta que un día tomé conciencia de que yo había perdido una fobia que tenía a los perros desde que era pequeña. Desde que era niña, ocho-nueve años, tenía miedo de los perros, pero un miedo total… bueno… todos los miedos son irracionales, pero eso era mucho más difícil porque aun cuando yo no tuviera en mi campo visual al animal mi cuerpo lo presentía y yo sentía la sensación de alerta en mi cuerpo y cuando buscaba que cosa era, veía un perro que estaba lejos. A tal punto que eso me daba vergüenza, porque yo ya no era una niña.

Cuando yo venía de la universidad, a veces, por ejemplo, yo vivía en una esquina, y cerca había una casa que tenía perros, yo me bajaba del bus, acá, en lugar de caminar recto para llegar a mi casa, yo daba una vuelta completa a la manzana a las 10-11 de la noche, que era la hora en que llegaba a mi casa de la universidad. En la noche, con miedo a que me asalten, con miedo, cansada, lograba yo caminar 350 metros en lugar de caminar 50, solamente por el temor de que esos perros ladren y esos perros estaban encerrados, no me iban a morder porque estaban encerrados, pero cuando pasaba alguien por la puerta ladraban. Entonces, era una rutina todas las noches cuando venía de la universidad, yo hacía eso y para mí eso era consciente y era normal y yo me sentía bien así, era parte de hacer ejercicio y demás, no me preocupaba. Nunca pedí ayuda para terapia, nunca consideré que fuera un problema muy grande.

De pronto un día me di cuenta de que, bueno, me habían encargado un perro pastor alemán grande en la casa y yo había aceptado, sin pensar que yo tengo miedo a los perros, era como si fuera otra persona de repente en ese momento. Tomé conciencia de que había perdido mi fobia a los perros un día en que me di cuenta que le estaba dando de comer al perro. Yo, con mis manos, sirviéndole su comida al perro y el perro que ladraba, grande, el pastor alemán es un perro grande y estaba allí comiendo y yo no tenía miedo. Sentí que me había curado de ese miedo que era tan tonto, que me avergonzaba porque la verdad tenía treinta y tantos años y tenía miedo inclusive a perros mascotas chiquitas.

Entonces allí dije: ¿qué cosa pasó? ¿qué me pasó?, ¿cómo se me ha ido ese miedo?, porque más que miedo siento que era un mecanismo de protección, algo que me cuidaba y ¿cómo perdí esa defensa? Empecé a tratar de recopilar que cosas habían pasado y lo único que había pasado extraño en ese tiempo era la toma de Ayahuasca que había hecho dos años antes... Entonces de repente esto cura sin que uno tenga en la conciencia sin que pase por mi raciocinio.

¿Cómo me di cuenta de que había sido la Ayahuasca? Porque tenía mi libretita de lo que había pasado, acostumbro a apuntar todo para no olvidar las cosas. Supe que lo único raro que había pasado en esa época era que había tomado Ayahuasca y me fui a buscar mis papeles que estaban bien guardados con mi reporte de esas dos sesiones de Ayahuasca, para ver qué había pasado. Y encontré ese relato, de esa imagen de mi chiquita en ese cuarto y con un perrito debajo la cama, era lo único que tenía el “factor perro”, no había otra cosa.

De casualidad en esa época estaba mi tía abuela acá, que vino a visitarme, entonces yo le pregunté, ella no sabía que yo tomaba Ayahuasca, entonces le conté la visión de la Ayahuasca como si hubiera sido un sueño. Y ella se me quedó mirando como diciendo: “tú no te puedes acordar de eso… porque eso pasó, esa fue una cosa que pasó cuando estábamos viviendo en Chosica”. Entonces ella me contó que cuando yo tenía tres años había tenido tos-ferina, tos convulsiva y me habían llevado a Chosica para cambiar de clima y como yo extrañaba un poco mi casa me habían comprado una perrita, y este perro había tenido hidrofobia, mal de rabia. Había epidemias en esa época y ellos se dieron cuenta que el perro babeaba y entonces fueron a buscar el veterinario para ver si era esa enfermedad. Me dejaron a mi durmiendo en mi cuna. Cerraron la puerta y el problema era que se habían olvidado la llave adentro del cuarto y que el perro se había metido debajo de mi cama. Y yo estaba estirando las manos porque lo quería agarrar y ellos desde la ventana miraban y tenían pánico de que me iba a morder. No sé si había tratamientos o no en esa época para la hidrofobia, pero tenían miedo y lo que hicieron, como era una casa de campo, un poco rustica, el veterinario se subió al techo, hizo un hueco, un forado, saltó y me sacó de la cama corriendo afuera, y después mataron al perro.

Entonces, esa sensación de luminosidad, del polvo que cae, de la luz que me ciega, los movimientos del cuerpo sin que pueda ver nada, está perfectamente concadenado allí con la historia de lo que me pasó en la realidad. Mi cuerpo de niña de tres años, guardó un recuerdo con todo este movimiento, con toda esa luz, con la cara a través de la ventana, asociado al perro. Entonces eso explicaba mi sensación de atracción y repulsión a los perros que había tenido siempre, porque me gustaban los perros, pero cuando los veía mi cuerpo reaccionaba.

Entonces ahí me di cuenta de que la Ayahuasca tenía un potencial de curación inmenso, porque yo no me consideraba enferma, no conocía esta historia personal. Allí encajó todo, a mí nunca me habían contado esta historia. Después le dije a mi mamá. Le dije nunca me has contado, y me contestó “ah... no tiene importancia”.

Si no hubiese sido por esa sesión de Ayahuasca donde yo veo esa imagen y que me cura del trauma sin que yo me dé cuenta, porque ni siquiera tuve que entrar en la sesión de Ayahuasca diciendo yo quiero curarme de este trauma, en absoluto. Yo fui a curiosear, experimentar. Allí es donde me di cuenta de que la Ayahuasca tiene un potencial inmenso especialmente para conectarnos con este mundo invisible. Allí me enganché con la Ayahuasca y cuando hablamos de entidades y de todas esas cosas, yo todavía tengo bastantes dudas. Yo tengo un montón de dudas y creo que esto es bueno. Volví a tomar Ayahuasca a raíz de esto porque sentía que tenía un gran potencial y me interesaba explorar que cosas podía hacer, como actuaba, hasta donde podía llegar…