Jacques Mabit, Médico fundador y Presidente Ejecutivo del Centro Takiwasi, Tarapoto, Perú.
En el pequeño remanso de la Alta Amazonia donde resido desde casi 20 años, veo desplegarse una creciente oleada de occidentales deseosos de acercarse a las prácticas de las medicinas tradicionales amazónicas. Habiendo sido yo mismo uno de los iniciadores de este movimiento, no puedo evitar de vacilar entre la satisfacción y el temor frente a este entusiasmo, por el cual se ha acordado ahora utilizar el término "chamanismo", muy inadecuado desde un plano antropológico. La toma de conciencia progresiva de los occidentales de la grave deficiencia del plano sagrado en su cotidianidad, y la audacia de algunos, los lleva al otro lado del mundo en busca de una renovación de su espiritualidad que me parece portadora de esperanza. Al mismo tiempo, la capacidad occidental de transformar todo lo que se toca en productos comerciales, incluso la espiritualidad, tiene algo aterrador. Actualmente estamos asistiendo a un desembarque masivo de ciudadanos de los países del Norte del mundo en los rincones más aislados de los bosques, montañas y desiertos de Perú, y en muchos otros lugares más, para descubrir el "chamán" todavía "virgen" que los reconciliará con ellos mismos. Es aquí que las cosas se complican de forma singular, después que el movimiento se había iniciado en la dirección opuesta con el desplazamiento de los “chamanes” hacia Europa, con los blancos que se presentaban como iniciados y capaces de sustituirse a los maestros indígenas.
Cuando un occidental y un chamán amazónico, incluso mestizo, se encuentran, no se trata solo de dos personas que se enfrentan, sino que son dos culturas que se descubren y, finalmente, se confrontan. Cada uno es portador, por lo general inconscientemente, de los elementos culturales que estructuran su mundo, su pensamiento, su comportamiento. Si esto ya vale para las reglas de educación y cortesía de todos los días cuando se pasa un límite geográfico, es aún más valido en el momento de querer cruzar las fronteras de los estados de conciencia. Esta mutua ignorancia del mundo interior del otro, aumentada por la ilusión de las apariencias (muchos chamanes se visten a la manera occidental, llevan reloj, escuchan radio...), permite múltiples proyecciones que son fuente permanente de malentendidos, desde los más divertidos hasta los más peligrosos.
El universo simbólico de referencia de uno y del otro es completamente diferente, sin embargo, es precisamente esta clave de lectura de las vivencias interiores que será puesta en juego durante las experiencias chamánicas como en la toma de ayahuasca. Hay aquí entonces un gran riesgo, si nuestro viajero occidental no está formado tan solo un poco sobre el simbolismo de su propia cultura (que es la regla), de verlo tomar luciérnagas por linternas, charlatanes por grandes maestros y visiones personales por revelaciones universales. Y la capacidad de auto-engaño es tal que, frente a la puesta en juego y a las inversiones realizadas en este sentido, el destinatario no tiene remedio que lo pueda poner en alarma sobre su ingenuidad cuando cree escuchar de su "maestro" que ahora es parte de los "iniciados".
Por lo tanto, se plantea la cuestión de cómo abordar la experiencia chamánica para un sujeto occidental, con el fin de obtener un beneficio real y de no contribuir a la rápida degradación de estas prácticas en las sociedades tradicionales. A riesgo de sonar simplista con un breve artículo, me propongo dar algunos elementos clave, como una guía de viaje, en un intento de señalar las pasarelas y los caminos peligrosos o sin problemas.
Las prácticas chamánicas amazónicas provienen de un mundo tribal regulado principalmente por el mito fundador de la Justicia. Para un indígena, su grupo étnico constituye su universo de referencia. La vida se mantiene por una regulación de reciprocidad con el mundo exterior, el de la selva, de las otras tribus y del mundo invisible. El grupo es extremamente estructurado, con normas de vida precisas y rígidas, una jerarquía innegable en la cual la supervivencia del grupo tiene prioridad sobre la del individuo. Todo fenómeno "malvado" se debe a un desequilibrio de estas relaciones con el "otro", por agresiones o transgresiones, y debe ser inmediatamente restablecido por la reciprocidad de la agresión o el castigo de la transgresión según el refrán "Ojo por ojo, diente por diente" de las tribus judías. Se trata por lo tanto de un mundo "guerrero" donde el chamán es ante todo un luchador en el interior del mundo invisible. Tiene que ser más fuerte que su oponente situado en el exterior (el chamán de la otra tribu) y por lo tanto acumular el mayor número posible de armas.
Nuestra formación occidental greco-judeo-cristiana, al contrario, nos posiciona en un universo de referencia completamente diferente donde el mito fundador es el Amor. Es decir que el "otro" debe convertirse en un hermano y no un enemigo, en cuanto el verdadero enemigo está dentro de nosotros mismos. Ya no nos he posible proyectar idealmente el mal sobre otra persona, lo que ha dado lugar a la aparición del concepto de individuo, de una interioridad donde yo tengo que tomar conciencia de mí mismo (individuación). Cualquiera que sea la agresión que pudiera surgir desde el exterior, ella me devuelve a mi manera de gestionarla y, por ende, a mi propia conducta. No tengo que recargarme de armas sino más bien despojarme de mi egoísmo, limpiarme e ir hacia la renuncia de mi pretensión a la omnipotencia. La universalización se convierte en el campo de nuestra acción y nuestro pensamiento... que a menudo nos conduce a proyectar sobre "otro" nuestra forma de estar en el mundo y fomenta la globalización de nuestros valores. El individuo se define como el objetivo supremo de la sociedad en la etapa de formación en los países occidentales.
Cuando un occidental y un chamán amazónico, incluso mestizo, se encuentran, no se trata solo de dos personas que se enfrentan, sino que son dos culturas que se descubren y, finalmente, se confrontan.
Este fundamento psíquico colectivo induce los occidentales a proyectar sobre el chamán su ideal cultural de maestro despojado de sí mismo, en perfecta armonía con la naturaleza, que vive en el amor y la paz. El occidental fantasea sobre un indígena libre en una naturaleza generosa, por lo cual él mismo será, sin duda, incapaz de soportar las extremas limitaciones sociales y jerárquicas de los grupos étnicos, el abrumador poder de la naturaleza y la influencia a menudo amenazante del mundo invisible. Él cree ver en el chamán un hombre que ha realizado un largo trabajo sobre sí mismo y ha derrotado a sus demonios interiores: una mezcla entre el "buen salvaje" de Rousseau y un "iluminado" oriental. Pero un indígena puede convertirse en un experto en el uso de las fuerzas invisibles de la naturaleza y de nuestra naturaleza humana, sin haber hecho ni el mínimo trabajo sobre sí mismo y, esencialmente, habiendo acumulado en su cuerpo las armas energéticas necesarias para combatir al "otro". En otras palabras, podríamos tener que enfrentar un gran brujo: un hombre poderoso que, pero, no controla totalmente sus impulsos egoístas. Esta es precisamente la razón por la cual la mayoría de los chamanes son temidos por sus familiares, por este cambio repentino en sentido agresivo siempre posible. Algunos grupos étnicos han llegado a ejercer un control extremo sobre sus chamanes siempre susceptibles de ser eliminados en caso de eventos sospechosos que puedan surgir en la tribu (muerte, enfermedad, mala suerte, etc.). Muchos jóvenes indígenas se niegan por esto al aprendizaje chamánico, ya que conocen los niveles muy altos de exigencia que esto implica hasta la muerte, al igual que la exposición a "ser odiado toda su vida."
La frecuentación cotidiana de los curanderos amazónicos nos muestra un universo permanente de guerras intestinas, proyecciones agresivas, acciones bélicas eficientes en lo invisible. La dimensión "mágica" puede tomar más o menos importancia, pero rara vez es pura entre los curanderos contemporáneos. ¡Nuestro cándido occidental avanza ingenuamente en medio de un campo de batalla donde es fácil ser golpeado por un “aguijón” perdido! Frente a este mundo de brujerías extremadamente activo, muchos occidentales creen estar protegidos por el hecho de que "ellos no creen." Sin embargo, se reirían si un indígena les dijera de sentirse protegido ante un virus o una bacteria, simplemente porque no cree en eso. Sin duda, el hecho de creer, en un contexto como en el otro (el placebo, la sugestión...) facilita el control, pero su negación no constituye de ningún modo una garantía de protección absoluta.
Estas afirmaciones tienden a perturbar la simplona atmosfera New Age en la cual a uno le gustaría creer que "todo el mundo es hermoso, todo el mundo es amable." Como tal, estas observaciones de campo a menudo son rechazadas incluso antes de ser consideradas.
Así como los occidentales han desarrollado de manera extraordinaria las funciones psíquicas del lado izquierdo del cerebro, los grupos étnicos de la Amazonía son expertos en el uso de las funciones psíquicas del lado derecho, que entre nosotros occidentales es subempleado. Podemos poner la ignorancia de los occidentales en esta materia en el mismo nivel con la ignorancia en física cuántica o filosofía germánica del indígena amazónico promedio. Ahí tenemos entonces un gran chamán que demuestra que su arte es extraordinariamente eficaz, pero no es capaz de explicarla con palabras en un estilo explicativo lineal. A pesar de que su hemisferio cerebral derecho sea tan entrenado, eso no le dona de forma automática acceso a la lógica discursiva racional. Al contrario, ¿quién no conoce un gran erudito occidental el cual es entendido sólo por unos colegas de su disciplina en todo el mundo, pero es completamente incapaz de gestionar su vida simbólica, emocional, de interpretar sus sueños, de exponer analógicamente su conocimiento o de entender una metáfora?
Los chamanes han desarrollado técnicas muy sofisticadas para el dominio de las energías que pueden ir desde el proceso de materialización-desmaterialización, al dominio del estado de ánimo de los sujetos, a la inducción de pensamientos a través de los sueños, etc. Estas funciones que se escapan de nuestra educación occidental integran el espacio subconsciente de nuestra psique. Su manipulación es mucho más eficaz en nosotros, tanto así que ignoramos su existencia. Por lo tanto, existe un arte de la seducción muy desarrollado que consiste en asociar inconscientemente en la mente de un sujeto una sensación muy agradable con una persona en particular (o al revés). Los circuitos neurológicos del placer son manejados por el chamán utilizando estímulos olfativos, el sonido y gestos subliminales que inducirán en el sujeto una extraordinaria empatía con la persona elegida. Estas técnicas, como los famosos filtros de amor, sirven principalmente para atraer a la persona deseada con fines sexuales. Pero esta empatía inducida puede permitir sustraer a la persona apuntada también otros beneficios. En su ignorancia de tales prácticas y arrogancia de poder, los occidentales subestiman considerablemente estos poderes ocultos y son por ende las víctimas perfectas.
El malentendido a menudo también se establece sobre el propósito del proceso chamánico. Todo el mundo está de acuerdo en que el ser es uno, aunque el occidental empieza a considerarlo desde la cabeza y el indígena desde su cuerpo. Mientras que el nativo busca sobre todo la purificación de su cuerpo para acceder al bienestar, el occidental anhela por encima de todo "ver" para sentirse bien. El occidental quiere entender con la cabeza para satisfacer su preocupación y encontrar la paz que es principalmente una paz de su mente inquieta. Para un habitante de la Amazonía, la angustia existencial concierne su equilibrio con la naturaleza y el mundo invisible, su capacidad de realizar trabajo físico para mantener su autosuficiencia. Si se purifica el cuerpo, entonces él sabe que su cabeza también funcionará mejor, tendrá sueños, los espíritus se le acercaran... Cuando un sujeto toma Ayahuasca, el chamán le pregunta si vomitó, porque la purificación física señala de alguna manera el éxito de la toma. Para el occidental, es la ausencia de visión que genera frustración porque eso es esencialmente lo que él espera. Nosotros operamos en un mundo de imágenes, de reflejos, de pantallas...
Por otro lado, excepto por el chamán, la toma de Ayahuasca era un hecho relativamente raro en la mayoría de los grupos étnicos y por lo general estaba en segundo plano en comparación con la toma de preparados vegetales purgantes. Estos últimos son considerados esenciales para equilibrar la toma de Ayahuasca y los jóvenes indígenas tienen un acceso sistemático a ellos... pero no siempre toman Ayahuasca, todo lo contrario. La toma repetida y frecuente de Ayahuasca sin la ingesta de plantas no tiene sentido a los ojos de los nativos y conlleva un cierto peligro.
Existen entonces múltiples trampas en la aproximación del chamanismo amazónico por parte de un occidental porque los malentendidos pueden llevar a un comportamiento erróneo. Incluso en un contexto ideal y con un chamán absolutamente correcto, la falta de preparación al momento de ingresar en el universo simbólico puede causar graves problemas. De hecho, las imágenes que surgen, como en los sueños, requieren un grado de interpretación y luego una metabolización consciente. Para el indígena que vive en su tribu, el bagaje cultural recibido desde la infancia le proporciona una clave de lectura de las experiencias chamánicas. Él posee una cosmogonía, interpretaciones colectivas, leyendas, mitos, historias familiares o del clan que le permiten localizar automáticamente su experiencia y brindarle coherencia en relación a sí mismo y a su universo de referencia. Por contra, el empobrecimiento simbólico de la educación racional occidental, el reduccionismo del mito científico y la desacralización de las prácticas religiosas, producen ciudadanos desprovistos de puntos de referencia claros del mundo interior, así como de toda dimensión trascendente. La desaparición de los ritos de paso "fabrica" masas de adultos que no han nacido psíquicamente y permanecen bloqueados en un mundo maternal en el cual las funciones psíquicas masculinas son excluidas y se vuelven inaccesibles. El ego con su pretensión de omnipotencia se aprovecha inmediatamente de las experiencias chamánicas para apropiarse de ellas: la expansión de la conciencia se convierte entonces en una inflación del ego. El sujeto toma una indicación personal como la revelación de una misión divina única. ¿Cuántos occidentales que toman Ayahuasca y visualizan la energía de sus manos inmediatamente creen que están llamados a convertirse en un curandero o incluso piensan que ya lo eran antes, sin saberlo?
Entre los occidentales, los procesos de cosificación son una tentación constante, ya que les permiten de alguna manera "objetivar" lo que es de orden simbólico y por lo tanto separar la dimensión del sentido cuando esta última es desagradable. Es así que la intencionalidad juega un papel esencial en cualquier experiencia chamánica y se expresa además en la forma ritual que es precisa y rigurosa. Pero muy pronto los occidentales que han "descubierto" las prácticas chamánicas han creído poder conservar la sustancia psicoactiva liberándola de las normas rituales. Es así que los iniciadores del movimiento psicodélico de los años sesenta han arrojado toda una generación a las drogas. Al contrario, los occidentales trataran de colocar en un terreno denominado "simbólico", que pero en realidad es virtual, la información pragmática que no coincide con sus principios. El simbolismo en nosotros es tan vaciado de su esencia que ya no tiene ninguna función operativa y es convertido en un reflejo de la virtualidad informática. Por ejemplo, muchas feministas se sienten relegadas a un segundo plano por el hecho que según los curanderos una mujer no puede tomar Ayahuasca cuando tiene su período, y desean interpretar estos datos como un vestigio machista de tribus primitivas o a través de una lectura psicoanalítica en torno a la cuestión del deseo. Por lo que tienden a transgredir una recomendación muy importante que concierne concretamente el hecho que los efluvios de la sangre menstrual son tóxicos a nivel energético, hecho que se puede demostrar fácilmente. Es también de esta forma que los blancos mentalizados al extremo consideran "magia" (el famoso pensamiento "mágico-religioso pre-lógico" tan querido por la antropología) a lo que los indígenas sólo consideran como mecanismos concretos y verificables de transferencias energéticas. ¿Quién está bajo el control del “pensamiento mágico”?
La iniciación es un proceso lento y largo que requiere la integración de experiencias a varios niveles (físico, mental, emocional, espiritual) y para la cual un occidental no puede simplemente ignorar su propia cultura.
Y habría todavía que desarrollar otros elementos culturales que caracterizan al mundo tribal y pueden ser una fuente de incomprensión entre los indígenas y los occidentales. La franqueza occidental casi siempre será percibida como una agresión por parte de un indígena, cuya incapacidad cultural para decir “no” será vista como hipocresía por los visitantes occidentales. ¿Cómo poder explicar en pocas palabras que la amistad entre un hombre y una mujer no existe en el contexto tribal? Una mujer europea bien intencionada que amablemente acepta un gesto de cortesía de un indígena, de hecho le está comunicando que está sexualmente disponible.
Por lo tanto, podemos comprender como tantos malentendidos sobre la intención, el propósito, la forma ritual, la lectura simbólica, las relaciones humanas, las reglas de cortesía, etc. compliquen extraordinariamente el abordaje del chamanismo y que no hay lugar para la ingenuidad. Y si por razones de comodidad de lenguaje hemos utilizado la palabra “indígena”, hay que recordar que esta impregnación cultural permanece hoy en día incluso en las grandes ciudades de América del Sur y en las personas que son completamente mestizadas culturalmente.
Sin embargo, creemos que este encuentro es posible y puede ser mutuamente beneficioso si enmarcado por las precauciones necesarias y se adopta un ritmo pausado. Lo que generalmente no es el caso. El chamanismo requiere una larga formación que pocos occidentales están realmente dispuestos a seguir dado sus requisitos y su duración (años a tiempo completo). Se trata de enfrentarse a una cuestión de vocación. Decir que "todo el mundo tiene un chamán dentro de uno mismo" nos parece a lo mejor una broma, y a lo peor una mentira. Las vocaciones son escasas, así como existen muy pocas personas que tienen un "Mozart o un Modigliani dentro de sí”. Hoy en día, a pesar de que para convertirse en un experto en la materia se necesitan años de formación, nos sorprendemos al ver que uno puede convertirse en un chamán y dominar los estados de conciencia tan solo con un fin de semana de formación en el bosque de Fontainebleau en Francia. Muchos de los llamados cursos de chamanismo que se ofrecen en el contexto New Age en realidad apelan a técnicas de relajación, sueño a ojos abiertos, inducción hipnótica, etc. que de chamánico tienen sólo el nombre. El chamanismo compromete el cuerpo de una manera extrema (ayuno, abstinencia sexual, prohibiciones alimentarias, aislamiento prolongado, etc.), dirigiéndolo a las fronteras de la resistencia psicológica especialmente con los estados modificados de conciencia, acercándolo a fenómenos paranormales y desvíos para-psíquicos a veces demasiado desestabilizadores, abriendo las puertas a dimensiones trascendentes desconocidas. Basta decir que el aprendizaje chamánico comporta una gran dosis de sufrimiento y sacrificio. Estamos muy lejos de las cómodas propuestas de formación chamánica light a domicilio, sin sufrimiento (la horrible invención judeo-cristiana) donde todo lo que se necesita es un compañero y un tambor para convertirse en chamán y encontrar a su propio animal totémico...
La iniciación es un proceso lento y largo que requiere la integración de experiencias a varios niveles (físico, mental, emocional, espiritual) y para la cual un occidental no puede simplemente ignorar su propia cultura. En lugar de escapar a otro mundo, se trata de reintegrar sus propias raíces y reconciliarse con sí mismo y sus "antepasados", que, en un occidental, significa también recuperar su fundación cultural judeo-cristiana. El desvío a través de una cultura ancestral puede ser apropiado para un occidental con la condición de que se esté preparando para volver "a casa". La adquisición previa o simultánea de una formación en acompañamiento o, mejor dicho, en una profesión que incluye una dimensión terapéutica, me parece esencial. La experiencia chamánica tiene que ser preparada antes, para luego ser conducida en seno a un dispositivo simbólico de contención y por último ser seguida por etapas adicionales de integración de lo vivido. Por lo tanto, requiere un espacio específico.
En estas condiciones, el Espíritu, que sopla donde quiere y cuando quiere, podrá inspirar las vocaciones terapéuticas que se originan en diferentes culturas, pero que siempre hablan del Hombre eterno.
Artículo publicado en francés en dos oportunidades. Por primera vez en la revista SYNODIE publicada por los Grupos de Investigación y Estudios en Terapias Transpersonales (Grett, 2005) y en un segundo momento en la revista “Nouvelles Clés” (diciembre 2005).